El camino fracturado de las diosas

El camino fracturado de las diosas

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Este 8 de marzo vuelve la avalancha violeta y este año en la conmemoración del día internacional de la mujer los debates están más candentes que nunca.

En España, por segunda vez, la marcha feminista se divide en dos. Por eso algunos hablan de la ruptura del feminismo que, habiendo sido tomado por voces políticas, ahora marcha por separado.

El Camino de las Diosas, como se le llamaba al recorrido que se hacía como una sola mancha feminista, ahora se ha bifurcado. Se convocan desde la misma plaza —Atocha—, pero se dará a elegir solo uno de dos caminos. Dos colectivos distintos invitan a recorridos opuestos. En una de esas marchas andarán las mujeres trans y en la otra no.  A una se le suma el partido político que está en el poder y, a la otra, el partido progresista que antes era “hermano” de ideologías.

Las une mucho más de lo que las divide, pero ciertos debates que antes no hacían mella, hoy no solo las separa, sino que las tiene enfrentadas. La polarización política se tomó este espacio que no tenía esas formas. 

La disputa no tiene que ver con los derechos de las mujeres porque finalmente siguen siendo feministas. Sin embargo, tienen opiniones opuestas sobre la ley trans, sobre la ley del consentimiento de la mujer en los casos de acoso y abuso sexual (Ley del solo si es sí) y sobre si abolir o regular la prostitución.

Unas defienden que ser mujer no es un sentimiento ni una identidad sino un hecho; y las otras, denominadas transincluyentes, defienden que ser mujer es una autodeterminación y que por ello la lucha feminista es también la lucha trans. Estas últimas, entre muchas cosas, reemplazan la palabra mujer por términos como “cuerpos menstruantes o cuerpos gestantes”.

No es una discusión fácil de entender y por supuesto difícil de seguir por su velocidad apasionada y porque entre tanto gritos y arengas, se deja de escuchar.

La conversación feminista ya no es con la derecha, sino entre las progresistas. Es un choque de trenes entre dos corrientes que alguna vez fueron un solo movimiento.

Este miércoles llagaré a la Plazoleta de Atocha a las 6:00 pm y honestamente no se a cuál de las dos marchas unirme. Supongo que ese día tendré que elegir y lamento que nos pongan en esa posición, yo no quiero escoger sobre algo que no nos debería dividir. 

Yo no acudo a la marcha del 8M porque me sienta convocada por uno u otro colectivo. Voy como mujer feminista sin ideología. Por un lado, no soy de aquí y por ello no alcanzo a entender el fondo de esta discusión, pero por otro lado ninguna discusión de egos —aunque sea entre mujeres—, tiene la capacidad de que olvide que el movimiento feminista es mucho más que la pelea entre dos partidos políticos, que están usando las banderas de las mujeres para mantenerse vigentes.

El feminismo no se debe espectacularizar y aunque sí es político, no lo es en el sentido perverso de la politiquería, que es en lo que se está convirtiendo.

El feminismo es político porque plantea ideas sociales, económicas, culturales e incluso ambientales, que incluyen la mirada de la mujer; es político y público porque no somos una minoría, es político porque quiere organizar distinto a la sociedad y al Estado.

El feminismo no es una politiquería dialéctica ni jamás pretendió ser la plataforma para que salgan en televisión los burócratas de siempre o para hacer famosas a instagramers o influenciadoras.

No nació para ser la moda del momento.

No se puede perder el objetivo entre gritos en los parlamentos ni en burlas contra otras mujeres (lo cual es ridículo). No puede padecer del cáncer de la política tradicional corrupta y, por cierto, patriarcal.

Mujeres, no podemos caer en esa payasada histórica. No podemos empezar a actuar igual a todo eso contra lo que hemos luchado. No podemos ser como “ellos”, no podemos tratarnos así, ya mucho daño nos han hecho otros cómo para que nos disparemos entre nosotras. El feminismo lucha contra la opresión, sería absurdo oprimirnos entre nosotras.

Nosotras no podemos pelear por quién las tiene más grandes.

Este movimiento ha tenido mucha altura y ahora que por fin está en su mejor momento no debe pervertirse, sería una lástima y la victoria asegurada de todos los que se han opuesto a ella.

La lucha más básica por los derechos de las mujeres no ha terminado y eso nos debería convocar por encima de todo. Todavía hay violencias basadas en género, sigue habiendo brechas salariales, siguen muriendo mujeres en abortos clandestinos, todavía hay mujeres a las que se les niega el derecho a estudiar, mujeres envenenadas, niñas mutiladas, viudas apedreadas, todavía hay moretones en los ojos y violaciones; todavía el estereotipo de belleza nos hace daño y seguimos sin conquistar el derecho al placer y a la calle.

El feminismo no es solo una lucha de intelectuales. Todavía hay asuntos materiales indignos para el 51% de la población mundial que ameritan nuestra acción inmediata. Así que dividirnos es cuando menos infantil, por no hablar de poco estratégico.

No quiero decir que tenga que haber consenso sobre todas las ideas, tampoco pretendo que nos parezcamos. Parte de ser feminista es abrazar esa diversidad, las diferencias políticas no han sido suficientes para romper en dos el movimiento.

Las violencias de género y el mundo patriarcal estaban por fuera de nosotras. Por favor no los inviten a nuestra casa. Era el único lugar en el que nos sentíamos seguras, no nos quiten ese abrazo.

Partimos de la misma plaza porque todavía tenemos lo esencial en común. Tal vez no me mueva de ahí, no quiero escoger. ¿Cómo volvemos a marchar juntas?

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/juana-botero/

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