Escuchar artículo
|
Ya argumentaba Harari en su libro Homo Deus, que cuando el ser humano supera los problemas asociados con lo más animal de la supervivencia, es decir, cuando encuentra techo para no morir de frío, alimento suficiente para el hambre, cura para la mayoría de las enfermedades, democracias o sistemas políticos para evitar guerras; cuando podemos tener tiempo para algo más que subsistir, llega la pregunta por la otra existencia. La que busca el sentido, llega la duda sobre la felicidad, la búsqueda de la trascendencia, la filosofía, el arte para expresar las más íntimas, descarnadas y vitales preguntas.
Tener tiempo y haber superado el drama constante por sobrevivir, es la receta perfecta para la infelicidad. No saber manejar la abundancia, el privilegio, la salud, el trabajo digno y la relativa seguridad; se convierte en el peor enemigo de la mente que ya no tiene problemas que resolver y por ello, los inventa.
Los problemas del privilegio, sin embargo, no dejan de ser problemas, estar deprimido, sin sentido de la existencia, o en búsqueda del propio ser, se siente tan profundo como las tristezas asociadas a las carencias de quien es vulnerable.
Los dramas de blancos son el síntoma de una sociedad que quiso resolverlo todo, menos la salud mental, que se ocupó primero de las condiciones del cuerpo, las materiales y jamás se preguntó con igual intensidad por la condiciones del alma necesarias para vivir bien. Llega tarde la preocupación por el cultivo del espíritu, por aprender a contemplar la vida, no sabemos estar sin hacer, no entendemos como simplemente disfrutar sin resolver y sin aburrirnos.
Que será de la humanidad cuando resolvamos todo lo que hemos querido resolver, cuando nadie muera de hambre, cuando nadie sufra por ninguna violencia, cuando todos tengan techo, cuando todos puedan acceder a la salud. Hacer el ejercicio hipotético de un mundo mejor, nos deja con la duda. ¿Qué haríamos entonces?
Aprender a bailar, solo por la dicha de hacerlo o a leer solo para disfrutar y no para “aplicar” nada, cocinar sin prisa, tejer o escribir; se empiezan a volver actividades vitales para una existencia plena.
Los dramas de blancos son también la puerta a la filosofía, la posibilidad de la pregunta lenta y la quizá inexistente respuesta, son tal vez los dramas que ayudan a avanzar, los que permiten que alguien tenga tanto tiempo como para pensar siquiera en la posibilidad de ir a morir a marte. Son el tiempo y el privilegio los que le dieron nacimiento a la teoría de la relatividad, los que nos regalaron las obras maestras de Da Vinci, los que sembraron la idea de independencia en Bolívar y son también los artífices de la astronomía. Solo con tiempo para pensar, no en que voy a comer, sino en que hay más allá del mar, del cielo, de la tierra, solo con él, es posible avanzar.
Pero sin duda hay que aprender a hacerlo, hay que cultivar la salud mental para enfrentar el tiempo, la libertad y la abundancia. Tener más asuntos resueltos, debería significar tener más tiempo, pero le tememos tanto que mejor nos volvemos a ocupar. Llenamos de reuniones nuestras agendas, de actividades los fines de semana, de exigencias autoimpuestas de aprender otro idioma o leer libros solo como tarea. Le tememos al tiempo a solas, a la creatividad de nuestra mente, al rumiar, al profundizar.
Inventar problemas es la mejor manera de huir de la aburrición, de escapar del pensamiento, de escabullirnos del existencialismo, por eso se inventan dramas con las mascotas, se enloquecen buscando una vajilla para atender la visita, se ocupan buscando la ropa adecuada para el concierto, les parece todo un drama la renuncia de la empleada doméstica, el problema mas serio es el tamaño del tomate o las flores que combinen con el sofá. En fin, los dramas de blancos empiezan a ser superficiales y un tanto ridículos, en vez de ser los dramas de tener tiempo y empezar ahí a pensar.
De todas formas, sea cual sea el drama de cada quien ante el privilegio, lo que si es cierto es que quienes trabajamos para hacer más prósperos los países, para generar mayor bienestar a las personas, jamás debemos olvidar que avanzar también es tener tiempo y tenerlo implica aprender a gestionar la salud mental, de lo contrario solo quedaremos con países ricos, pero entristecidos.