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Las peleas, las incriminaciones y reclamos entre actores del sistema, la lucha por imponer la idea propia como válida y restar camino a la idea del contrario y la búsqueda misma del dominio de las instituciones gubernamentales son asuntos propios del sistema político y de su dinamismo, pero hacen parte de las lógicas de poder que giran en torno al gobierno, que es por definición personalista, es decir que gira en torno a las particularidades de la disputa entre individuos.
El Estado no es lo mismo que el gobierno, y aunque suene obvio es algo que solemos olvidar con frecuencia. La fortaleza del Estado no está garantizada por aquella que pueda tener un gobierno de turno, de hecho, en su afán de protagonismo e interés particular un gobernante o su equipo pueden medrar la fortaleza del Estado en procura de una mejor posición política para sí.
Defender al Estado es reconocer la necesidad de la fortaleza institucional en el marco del acuerdo social que construimos todas y todos para darle a esa entidad política legitimidad y poder supremo en detrimento de nuestra propia capacidad y determinación como individuos. De allí que para los ciudadanos sea vital que el Estado sea fuerte, porque su debilidad no sería solo un asunto institucional sino algo que impacta a todos en la medida en que socava las bases sociales mismas, la estructura que soporta el sistema político.
En la actualidad la fortaleza del Estado en Colombia se ve retada por el mal llamado “Plan pistola” en contra de la Policía Nacional, que no es otra cosa que una estrategia sistemática de ataque y asesinato a policías que operativamente otorguen una ventaja o den margen de oportunidad a un golpe que casi siempre se produce por fuera de la confrontación directa o el intercambio de disparos y que ocurre contra ellas y ellos por el simple hecho de llevar puesto el uniforme, es decir por el hecho de ser policías.
Esa amenaza debe ser rechazada por la ciudadanía y contestada de manera contundente por la Policía Nacional y el Estado en su conjunto porque se trata de un intento de mellar en su fortaleza, de debilitar sus cimientos. Tener una buena y fuerte Policía es ideal para todo Estado que pretenda ser una entidad política exitosa y con proyección de futuro, y esto es independiente del gobierno de turno, incluso es la fortaleza de cuerpos como los de la Policía la que garantiza la posibilidad de los intercambios de gobierno, de la disputa electoral limpia y de que se cumplan los mandatos expresados en votos. Ningún gobierno puede ser exitoso sin contar con la Policía como garante y apoyo de sus ejecutorias.
Defendamos a los 170.000 mujeres y hombres policías del país, primero por un asunto de humanidad en la medida en que nadie debe estar sometido a un riesgo en su integridad por cumplir con trabajo, nada justifica el homicidio, y segundo porque no podemos tolerar una amenaza al Estado que en últimas es un ataque a todas y todos, a la fortaleza del país que hemos construido.