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En la primera clase del semestre pregunté a los estudiantes de liderazgo que para ellos quién era un líder. Mencionaron nombres de seres muy famosos y multimillonarios. Se notaron bastante actualizados sobre los logros financieros y los símbolos de esas fortunas. Ninguno de los estudiantes se reconoció a sí mismo como líder y tampoco nombraron a familiares o amigos.
La segunda pregunta era si alguno de los presentes en el salón era líder en algún ámbito de su vida. La pregunta parece muy sencilla; pero, los alumnos dudaron antes de responder, básicamente, porque el rol de líder parece asociado solo al ejercicio laboral o político.
Las últimas preguntas fueron si todos los que estaban matriculados en esa clase querían ser líderes y si consideraban que tenían habilidades para ello. Tengamos presente que la matera es una electiva, no es obligatoria en el currículum. Las respuestas estuvieron pasadas por risas tímidas, cabezas bajas, silencio…
Durante el semestre caminamos en complejizar varias ideas: la primera es que el liderazgo no es una habilidad de súper estrellas; en nuestros entorno laborales, académicos, familiares hay seres con una enorme capacidad de movilizar, de guiar a otro en un propósito común. Y entonces, poco a poco fueron compartiendo historias como la de aquella mamá que es una emprendedora muy tenaz y disciplinada o del hermano que lidera un grupo de investigación.
Luego analizamos que, posiblemente, quienes asistían a clase ya habían ejercido sus habilidades de liderazgo en espacios más naturales y cotidianos, incluso sin auto reconocerse como líderes. Es decir, los seres humanos vivimos modulando nuestras vivencias en el ejercicio de distintos roles y, en algunos casos, tenemos mayor ímpetu para liderar y tomar decisiones. Por ejemplo, a veces las realidades de las familias implican que una hija tome la vocería y gestione tareas que ya los papás no pueden hacer.
Entonces, estas ideas nos permitieron avanzar en la tercera: no todos estamos llamados a ser líderes o no en todos los ámbitos. El discurso mediático nos impone como perentorio el desarrollo de estrictas habilidades de liderazgo para garantizar lo que consideran éxito. Es decir, solo triunfa quien va adelante, incluso si eso implica que lo logre a costa de la salud, de la vida misma. No es raro ver a personas en posiciones de liderazgo que no se sienten bien allí, a quienes la presión del medio los impulsó, pero que se sienten sobre exigidos, angustiados, altamente frustrados.
La metáfora del ciclismo funciona muy bien aquí: quienes hacen parte del equipo reconocen que todos aportan, no solo el líder, y que la función de cada uno es determinante para la victoria. Pero, además, comprenden que no todos son líderes, que no todos tienen las mismas habilidades o que pueden serlo en algunos momentos y en otros no.
Otro buen ejemplo de cómo las habilidades de liderazgo no se decretan es, precisamente, la época electoral. Un exalcalde que pretende reelegirse en cuerpo ajeno, sin contar con que ese otro carece de habilidades mínimas de comunicación, asertividad, liderazgo y ni qué decir de sus posturas éticas. Otro exalcalde que no pudo encontrar en su enorme equipo otra figura de liderazgo que tomara las banderas de su gestión, entonces, creyendo que es el único capaz, decide presentarse para repetir mandato.
El súper liderazgo que nos vendieron parece no ser para seres humanos. Bajarle a las fórmulas y exigencias nos permitirá comprender que cada uno de nosotros puede ser líder en ámbitos propios distintos; que no todos estamos llamados a liderar siempre y en todo momento, y más, importante aún, que ser parte del equipo también es una muy digna manera de existir.
PD. Valga aquí el reconocimiento para los equipos de los candidatos de Renace. Sus maneras de hacer política, de acompañar, de asesorar, han demostrado que el ejercicio político, además de líderes preparados y capaces, requiere de equipos con determinación. Trabajan tras bambalinas con la fuerza de la voluntad y con la convicción de estar haciendo todo lo que pueden para transformar para bien nuestras realidades.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/