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De tumbo en tumbo

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Reforma a la salud, al sistema de pensiones, reforma política, reforma laboral, Plan Nacional de Desarrollo, veintidós facultades extraordinarias y proceso de paz, cese al fuego, orden público, masacres, azonadas y toques de queda. La cortina de humo Merlano, la vicepresidenta no se baja del helicóptero duélale quien le duela, el metro de Bogotá embolatado, el hijo del presidente (hijo que él no crió) investigado por la fiscalía, tres ministros quemados, ICBF perdido, Ecopetrol e INVIMA sin cabeza, oposición inexistente, la ministra Irene más enérgica que nunca, las embajadas y consulados pagando favores. La popularidad a la baja y la desaprobación al alza, el teflón se terminó en campaña. El Bajo Cauca antioqueño, el Caguán, Barrancabermeja, Cesar y Nariño acechados por criminales, una oposición fragmentada e infantil, todo en simultánea, en todas partes y al mismo tiempo.

Existen dos posibilidades para justificar el caos y el desgobierno actual: todo está friamente calculado y el remesón es la estrategia del presidente, o estamos ante un gobierno sin agenda, confundido y desorientado. Cualquier opción preocupa más que la otra, pues avanzamos como el presidente desea, de tumbo en tumbo, o vamos a la deriva, hacia la incertidumbre.

El poder político se caracteriza por decidir los temas de conversación de una sociedad, se caracteriza por definir la agenda discursiva y narrativa de un país. En general, el poder concentra y acapara la atención de una sociedad democrática sobre temas de interés general, es capaz de convocar y poner a marchar a un país hacia un mismo fin, o es capaz de convocar a semejantes a una guerra civil. El poder político decide y transforma; es soberano y efectivo; ordena y guía; el asegura derechos y regula excesos. Faltan tres años y medio de gobierno, pero desde ya el poder está en entredicho. No es lo mismo la campaña electoral que el momento de gobernar.

Preocupa no solo el afán, sino el desorden; preocupa no solo el caos, sino la falta de esperanza. El proyecto común de campaña tiene más arrepentidos que adherentes. Los valores de los colombianos cambiaron, pero no hay quién lidere. No hay quién comprenda en el país cada una de las reformas y sus implicaciones. Los medios cada día entrevistan a un nuevo ministro y a su opositor temático, en medio de la confusión los argumentos técnicos se pierden, un día es noticia la eliminación de las EPS, al otro la eliminación de las prótesis de la primera dama. No hay de donde aferrar un debate colectivo. Y así como se le fue la Alcaldía de Bogotá entre escándalos y balcones, al presidente Petro podría írsele su gobierno en tumbos y explosiones no controladas. No serían ya cuatro años de aprendizaje, sino cuatro años de disculpas.

No hay nada que nos genere más ansiedad a los seres humanos que no saber lo que sucederá mañana; la incertidumbre nos afecta y nos estresa. Suficiente tenemos con el día a día como para anticiparnos al futuro.

A Petro no se le exige la precisión del tarot o de la astrología, sino coherencia y suavidad. Si va de afán, que se vista lento, pues de correr ya el cansancio se nota.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juanes-restrepo-castro/

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