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Luis Peréz y Gustavo Petro se parecen mucho. Lupe, como se le conoce coloquialmente, lideró en Antioquia la campaña presidencial de Petro en 2018. Pero más allá de eso, son similares en el discurso grandilocuente, lleno de proyectos imposibles o inacabados (los segundos pisos viales que prometía Peréz en una de sus aspiraciones a la Alcaldía de Medellín, se parecen al tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla prometido por Petro en campaña), así como en la forma de gobernar, manchada por casos de corrupción.
En Medellín entre 2002 y 2003 comenzaron a salir a la luz una gran cantidad de escándalos relacionados con la administración de Luis Peréz (2001-2003). Se puede mencionar, por ejemplo, la compra en Empresas Públicas de Medellín (EPM) de una vajilla de más de 100 millones de pesos de esa época, algo así como 280 millones en la actualidad, por lo cual tuvo que renunciar la gerente de la empresa en esa época Edith Cecilia Urrego. También se recuerda el despilfarro de recursos públicos con la compra de una moto Harley Davidson por parte de Isaac Gaviria, director de Metroseguridad. En resumen: “fueron recurrentes los rumores de corrupción, hasta el punto de que algunos lo llaman Luis XV, o Luis 15, haciendo referencia al nombre del Rey Sol -que en realidad fue Luis XIV- y al 15 por ciento que supuestamente cobraba para entregar contratos” (La Silla Vacía).
En ese contexto de clientelismo, politiquería y corrupción que siempre ha cobijado a Luis Peréz, en 2003 ganó fuerza la aspiración a la Alcaldía (2004-2007) de Sergio Fajardo, quien se configuró en el candidato que canalizó el descontento de los ciudadanos con los políticos que gobernaban en ese momento a Medellín. Esa élite política, que se había alejado de la élite económica de la región debido a los casos de corrupción y a la desconfianza que generaba la administración municipal, era encabezada por Luis Peréz, que para la época de la Operación Orión en 2002, cuando los paramilitares depositaron los cuerpos que ahora están encontrando en la Escombrera, era “uribista”. En ese contexto, Fajardo representó una “tercería” política, es decir, una tercera opción diferente a los partidos Liberal y Conservador que se habían alternado el poder de la ciudad desde la primera elección popular de alcaldes.
Hoy en Colombia estamos ante un escenario similar: un gobernante con un discurso desfachatado, rodeado de casos de corrupción como el de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), y un escenario de violaciones a los derechos humanos en el Catatumbo en el que la pasividad de las Fuerzas Armadas, por orden del presidente, se percibe como complicidad con los grupos armados que están enfrentados en la zona (las guerrillas del ELN y las disidencias de las FARC), tal como ocurrió, guardadas las proporciones, en Medellín durante la Operación Orión en 2002, durante la alcaldía de Luis Peréz (2001-2003), pero con los paramilitares.
Es altamente probable que Sergio Fajardo sea nuevamente candidato presidencial, y en este sentido representa, nuevamente, una tercera opción política entre la derecha que nos ha gobernado en las últimas décadas y la izquierda que gobierna actualmente.
Fajardo es la oportunidad para superar la polarización que vive Colombia desde hace más de una década, cuando la derecha representada por el uribismo empezó a polarizar el país con su postura contraria a la del candidato que ellos mismos habían promovido, Juan Manuel Santos. Desde ahí se configuró un escenario de polarización que trascendió la animadversión a Santos y encontró en la figura de Gustavo Petro, como representante de la izquierda que empezaba a ganar visibilidad en el escenario político, el sparring perfecto para reafirmar su posición ideológica.
Recordemos los rumores que hay sobre el apoyo disimulado del uribismo, en cabeza de Duque, a Petro en la primera vuelta de 2018, para garantizar que fuese él quien pasase a segunda vuelta, porque sabían que si Fajardo pasaba le ganaba a cualquiera de los dos.
Fajardo representa una tercería política entre el o la candidata del “petrismo” y la o el candidato del “uribismo”. Los colombianos que estamos cansados de la polarización ideológica entre los extremos de izquierda y de derecha, vemos en Sergio Fajardo la mejor opción para poner énfasis en la lucha contra la corrupción y en la reconciliación que necesitamos los colombianos para alcanzar un acuerdo nacional, de verdad.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-suescun/