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La semana pasada Juanita León, directora de La Silla Vacía, dijo durante su discurso en la convención de Asobancaria que “solo el dato mata el relato. La verificación correcta de la información siempre superará las narrativas y las historias”.

“Dato mata relato” se volvió una afirmación de cajón, una vieja confiable para responder ante cualquier imprecisión y fake news. Es el eslogan predilecto de economistas y tecnócratas que creen que con información cuantificable y constatable se puede derribar cualquier discurso político impreciso.

La idea tiene a lo sumo dos grandes debilidades. La primera de ellas es que el dato en sí mismo no es a su vez relato. En sentido estricto, los datos son una imagen que representa una realidad; en sentido amplio, acompañados de cuestionamientos, interpretaciones, comentarios y más, los datos son un discurso político. Para contrarrestar un relato el dato debe hilarse con destreza, su poder discursivo depende más de la manera como se presenta que de su veracidad.

El dato que se utiliza para contrarrestar una afirmación sin fundamento o a lo sumo incorrecta, es un discurso en favor de una visión del mundo que quien lo ofrece aspira a promover. Aunque el hablante no lo note, su intención de corrección es un acto político que busca desvirtuar otro relato.

De ahí surge la segunda debilidad del dato. En la arena de los discursos políticos, desafortunadamente son pocos los que buscan un auténtico debate. Proferir un discurso político no hace a las personas susceptibles de cambiar de opinión y en la era de las redes sociales parecen ser más quienes aspiran replicar a quienes aspiran verificar. Muchas personas no están interesadas en cambiar su discurso por más verídico que sea el dato.

Entonces el reto de los “dato mata relato” no es desarrollar los datos más duros, sino encontrar la mejor manera de presentar la información de su interés para que otros puedan aceptarla. Sin embargo, la pretensión de extrema neutralidad en la mera presentación de datos imposibilita sobrepasar los límites discursivos que hoy tiene la arena de lo público.

¿Cómo hacer que un dato además de duro sea contundente? Para matar relatos es necesario reconocer la ideología de los datos. Su medición, la elección de las herramientas para hacerlo, la presentación de estos, están todas transadas por discursos ideológicos de los cuales muchos se olvidan la hora proferir su discurso.

Si el dato aspira a matar relatos debe ir acompañado de esas razones. Quienes valoramos los datos y la evidencia científica nunca vamos a convencer a nadie si no explicamos además las bondades y ventajas detrás de la elección de nuestra visión del mundo. Una recomendación no pedida para quienes aman decir “dato mata relato”: El desplome de la dicotomía hecho/valor de Hilary Putnam; un libro de ensayos donde el filósofo trata de contrarrestar esa idea de que los hechos por constatables se contraponen a las valoraciones por subjetivas. Tal vez para que el dato mate relato hay primero que entender que el relato por subjetivo no es menos valioso que el dato.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/

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