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Mateo Grisales

Daniel Quintero, un uribista enclosetado

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"El alcalde Quintero demostró que es un zorro político que, sin pudor, es capaz de lavarse la cara ‘enfrentándose’ por twitter a Uribe, porque su imagen está en decadencia, mientras “encloseta” en su administración, con puestos y contratos, a quienes han liderado las luchas más fuertes del uribismo." 

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Quintero ganó la Alcaldía de Medellín cuando Uribe lo escogió como su contendor. Claro, la lectura política de Quintero -acertada, por cierto- le señalaba que el anti-uribismo había crecido más en los últimos años que el uribismo mismo, por eso, en una maniobra temeraria y calculada, atacó lo suficiente a Uribe para que este le respondiera con un solo trino y la contienda electoral del 2019 se convirtiera en un duelo de dos: el uribismo representado en Alfredo Ramos y el “anti-uribismo” representado en Quintero.  Tres años después de ese momento, la estrategia sigue siendo la misma: cada vez que Uribe le responde a Quintero en una pelea abierta de trinos, la prensa responde emocionada por los clickbaits y cualquier escándalo sobre los terribles manejos de su administración, desaparecen en la polvorera.  Pero, ¿cómo se puede ser anti-uribista cuando se gobierna al tiempo con el uribismo?

Ya son conocidos los casos en los que militantes del Centro Democrático y otros uribistas hacen parte de la administración de Quintero. Los medios Vorágine, La Silla Vacía, Cero-Setenta y La Liga Contra el Silencio han documentado la participación de cuotas burocráticas de concejales del partido de Uribe en la administración de Quintero. Los casos más llamativos son los de los Concejales Nataly Vélez y Albert Corredor, este último con personas cercanas a él y su empresa familiar ocupando casi todos los puestos directivos de la Secretaría de Educación. También resaltan nombres como Johny Armando Jaramillo Montoya, un cuestionado minero, precandidato al Concejo de Medellín y militante del Centro Democrático que, según fuentes de Vorágine, es quien hoy toma las decisiones en el INDER. 

Pero, en mi opinión, la mayor muestra del uribismo disfrazado del alcalde Daniel Quintero es la participación de Juan Carlos Vélez Uribe, ex senador de la República, candidato a la Alcaldía de Medellín en el 2015 por el Centro Democrático y gerente de la campaña del NO al plebiscito por la Paz en el 2016, en esta administración. Paradójico que quien “sacó a la gente a votar verraca” en contra del proceso de Paz con las Farc, fuera la misma persona que asesorara al equipo de Quintero en temas de seguridad y convivencia en el Comité de Empalme y que hoy haga parte de la junta directiva de la Agencia del Paisaje, el Patrimonio y las Alianzas Público-Privadas, cuyo director actual, fuera el coordinador programático de Vélez Uribe en su campaña a la Alcaldía de Medellín en el 2015.

¿Cómo puede entenderse el anti-uribismo intransigente de Quintero mientras co-gobierna con uribistas en su administración? Él gobierna con quienes enarbolaron y lideraron la bandera más importante del uribismo en el último lustro: la campaña del NO al proceso de paz. ¿Qué pensaría Humberto de la Calle de su exgerente de campaña con estas incoherencias?

El alcalde Quintero demostró que es un zorro político que, sin pudor, es capaz de lavarse la cara ‘enfrentándose’ por twitter a Uribe, porque su imagen está en decadencia, mientras “encloseta” en su administración, con puestos y contratos, a quienes han liderado las luchas más fuertes del uribismo. 

No quiero que me malentiendan. No creo que quienes participan de una corriente política merezcan per se una acusación infantil que los “macartice” entre “malos” y sus contrarios como “los buenos”. Ojalá dejáramos a un lado esta discusión burda y simplista que está adueñada del debate político en Colombia.  Quien se considere uribista o militante del Centro Democrático no merece un apelativo peyorativo por esa sola condición. Solo quiero advertir sobre la ruin y muy calculada estrategia de quienes gobiernan hoy Medellín. Si al alcalde Quintero le gusta co-gobernar con las banderas del uribismo, sencillo, que salga del closet. 

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