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Partamos de un axioma: el interés de muchos analistas y expertos por lo que ocurre en los departamentos se acerca a 0. Puede ser “más interesante” y da más reconocimiento hablar de Medellín que de Anorí, de Barranquilla en lugar de Usiacurí, o de Cali en vez de Roldanillo (hay quienes lo pronuncian Ronaldinho). Quizá fue esa indiferencia hacia estos territorios lo que permitió el avance, casi imperceptible, de la reforma al Sistema General de Participaciones (SGP*), que está ad-portas de ser aprobada en el Congreso y que busca aumentar gradualmente el porcentaje que reciben departamentos, distritos y municipios, pasando del 20 al 39.5% de los Ingresos Corrientes de la Nación (ICN).
Con mucha, mediana o menor razón salieron más de 100 expertos, entre ex ministros de hacienda, académicos, economistas y demás personajes de las finanzas públicas a exponer lo inconveniente de la ley, comentando que el debate se está dando con ligereza. Puede que así sea. Y eso me lleva a reiterar que las regiones no han estado en el centro de la conversación nacional, porque las regiones no son solo Medellín, Barranquilla, Cali, Cartagena o Bucaramanga. El sistema de transferencias del Gobierno Nacional a las regionales fue establecido en la Constitución de 1991. Desde entonces, y hasta lo que hoy el país conoce como el SGP, la constante ha sido establecer periodos de transición, que iniciaron en 2001 y se fueron corriendo hasta el año 2017, lo que ha llevado a que hoy la participación sea un poco menos del 21% de los ICN.
Hay un aspecto clave en todo este cuento de la reforma al SGP: las formas. Será la reglamentación de esta reforma, que no viene del puño y letra del Gobierno sino del partido Verde Centro Esperanza (que para efectos prácticos son sinónimos), y que cuenta con el apoyo de la Federación Nacional de Departamentos, lo que determinará su éxito o rotundo fracaso. El Congreso deberá promover la ley de competencias, que dé más claridad sobre las funciones que asumirán los departamentos, y buscando no generar duplicidad con el orden central. El tiempo dará la razón.
Ahora bien, al margen de lo que pueda ocurrir en el espectro económico, hay un hecho que considero relevante y es el fortalecimiento regional. Los colombianos hemos visto como año tras año las gobernaciones departamentales pierden en términos de financiamiento, gestión y hasta relevancia. Los reflectores apuntan más hacia las ciudades, y dentro de ellas a las más “relevantes”, desplazando la importancia que tienen los gobernadores hacia un segundo plano. Para poner un ejemplo, el presupuesto proyectado para Medellín en el 2025 será de 10.96 billones de pesos, mientras que el de todo el departamento de Antioquia solo llega a los 6.8 billones.
Quizá la descentralización les dé mayor relevancia a los departamentos y, con ello, a sus gobernantes. La asignación de recursos de un departamento no puede estar sujeta al humor del presidente de turno. En este sentido es donde quiero enfatizar, pues creo que la descentralización vía reforma al SGP puede traer cosas buenas para el país en su conjunto. Con una buena ley de competencias, los gobernadores tendrán mayor injerencia, pero a su vez mayor responsabilidad, lo que hará que los ciudadanos de los departamentos sean más críticos sobre su gestión, pues ahora no tendrán argumentos para excusar su posible incompetencia. Segundo: una mayor fortaleza departamental puede incidir en una mayor fortaleza municipal. Tercero: aunado a lo anterior, si las regiones se fortalecen y aceleran su desarrollo, los centros urbanos no deberían aumentar exponencialmente, debido a que las personas querrán vivir en sus lugares de origen. Cuarto: Colombia es un país muy grande con un acceso muy difícil; esperar a que el Gobierno Nacional llegue con la solución a las regiones es una condena al ostracismo.
Es momento de apuntar los reflectores nuevamente hacia los departamentos, y no concentrar todas las decisiones y acciones en el orden nacional o en unas pocas ciudades. Para ello, estos territorios necesitan más recursos con el fin de aumentar la inversión en sus regiones. No es posible que, a estas alturas del partido, todavía dependan de vender trago para poder construir colegios y hospitales. Es hora de darle más brillo a los departamentos.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/andres-jimenez/