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El ministerio que desapareció

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Una de las apuestas más publicitadas por el gobierno fue el Ministerio de la Igualdad, en respuesta a deudas históricas que tenía el estado colombiano con poblaciones que pocas o ninguna vez habían sido tenidas en cuenta para la formulación de las políticas públicas, a pesar de representar más de la mitad de la población colombiana, como es el caso de las mujeres. La creación de ministerios claramente no resuelve las problemáticas sociales de fondo, creo que es muy ingenuo si quiera sugerirlo, pero cumplen un papel fundamental para el direccionamiento y ejecución de las políticas, planes y visiones del gobierno, por lo que, en su momento, tener un ministerio que se dedicara a trabajar con población vulnerable sonaba como una noble aspiración.

Desde que se asesoraron con Irene Montero, la exministra de la Igualdad española que salió por la puerta chica de su cargo, ya sabíamos lo que se avizoraba para los proyectos y políticas públicas de las mujeres en Colombia. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, no fue por la irrisoria ejecución presupuestal del 2% desde su existencia; ni la creación de direcciones absurdas como la nombrada “actividades sexuales pagas”; ni la cuestionada vinculación indiscriminada de personas que son cercanas a la vicepresidenta. Fue un error en el trámite del proyecto de ley, un vicio insubsanable, que contrarió lo dispuesto en el artículo 151 de la constitución. Fue un error técnico lo que produjo la extinción del Ministerio de la Igualdad en Colombia, al ser incapaces de hacer el respectivo estudio de impacto fiscal.

Esto solo es una muestra más que confirma lo que venimos sintiendo desde hace un tiempo: la falta de rigurosidad, compromiso y priorización que ha tenido el gobierno nacional con la agenda de las mujeres.  De hecho, el mismo ministerio ya se estaba construyendo alrededor de postulados inconstitucionales e ideológicos, lejanos a cualquier marco de derechos humanos como el del mal llamado trabajo sexual, que hoy defienden abiertamente como si fuera una especie de emprendimiento y no una de las violencias más crueles padecidas por las mujeres más vulnerables.

Creo que a la autocrítica en el ejercicio político urge, especialmente para Francia Márquez, que lleva dos años sentada en la silla de la vicepresidencia y del ministerio recién sacado del mapa, sin un norte muy claro y sin el liderazgo necesario para encarar los sueños a los que muchas nos suscribimos desde la campaña Soy porque Somos, cuando fue candidata presidencial, con el anhelo de vernos representadas en esa visión de país.

Hoy eso lastimosamente no está pasando y seguirá sin pasar, si el gobierno sigue dando pisadas en falso y dándole la espalda a las mujeres.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/sara-jaramillo/

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