Bogotá camina segura

Bogotá camina segura

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Esta es mi primera columna como servidor público. Por generosidad y cierto grado de irresponsabilidad de las personas que lideran ‘No Apto’, retomo este espacio que había abandonado hace unos meses en medio del estrés de la campaña política más intensa que he tenido en mi vida. Supongo que las opiniones que comparta en este espacio comprometerán relativamente al medio, pero sin duda comprometerán al gobierno del cual hago parte. Desde esa orilla retomo esta columna.

Asumí el 1 de enero como Secretario de Planeación de Bogotá. El reto profesional más grande que he asumido en mi vida. Ya había pasado por la administración pública como ordenador de gasto hace algunos años. No sé si soy la misma persona. Esa es una pregunta que me he planteado mucho últimamente. Se que en estos años he aprendido muchas cosas. Por ejemplo, he entrenado de manera consciente la templanza y he comprendido la importancia de este valor como principio rector en un marco de actuación que se pretende liberal y democrático. Desde esa orilla pretendo escribir.

La campaña política más intensa que he tenido en mi vida. Sí. He vivido varias. Dos mías, varias empujando. Esta fue especial porque faltando un mes para las elecciones la ventaja que le llevábamos en las encuestas al segundo y al tercero era suficientemente grande para ilusionarse. La expectativa solo encontraba un freno en el horizonte: había que sacarle 10 puntos de ventaja al segundo para evitar tener el difícil honor de estrenar la segunda vuelta. El 29 de octubre de 2023, Carlos Fernando Galán logró que un millón y medio de personas salieran de sus casas a votar por él. Casi el 50% de los votos. Algo rarísimo en Bogotá. ¿Rarísimo para Galán?

Durante los casi cinco años que llevo acompañando a Carlos Fernando he sido testigo de un nada modesto listado de personas que le han dicho que su estilo no emociona. Tal vez opinan esperando que se comporte como algo que no es. Y claro, también lo hacen respondiendo al eco de quienes claman que para ganar elecciones hay que emocionar. El tema no es menor, ni se puede subestimar. No en vano Martha Nussbaum ha dedicado un par de libros al papel de las emociones en la política. 

“Es que Carlos Fernando no emociona” No sé cuántas veces escuché eso. Pensé mucho en eso, ese día, justo cuando supimos que nos acercábamos al 50%. Si no es emoción lo que lleva a un millón y medio de personas a votar por una persona entonces no se bien qué es una emoción. ¿Cuál es la emoción o las emociones que movilizaron a la gente las semanas previas al 29 de octubre de 2023?

Ganamos con un programa de gobierno al que llamamos “Bogotá Camina Segura”. Juan Abel Gutiérrez, un puto genio (¿los servidores decimos malas palabras?), propuso la frase sacándole todo el provecho polisémico a la idea de caminar (¿libertad? ¿Avanzar? ¿Keep walking?) y a la de seguridad (¿tranquilidad? ¿Confianza? ¿Autoconfianza?) Léala usted, apreciada persona lectora como más le plazca e interprétela desde su propia orilla. ¿Qué le dice a usted la frase “Bogotá camina segura”?

Para mí, desde el principio, la frase ha sido la concreción de un mandato: una buena parte de la ciudadanía en Bogotá está cansada de esa sensación de parálisis y aletargamiento en la que terminamos sumidos por cuenta de nuestra propia incapacidad de ponernos de acuerdo y sacar adelante grandes proyectos. Se nos olvidó que todos tenemos que ceder en algún momento. Pero más que eso, es también un mandato para recuperar el amor propio como ciudad. No estoy hablando de esa identidad parroquial(ista) tras la que se aúpan ciertas élites regionales temerosas de perder sus privilegios sino de una emoción movilizadora capaz de convocar y de permitir que la virtud cívica emerja.

No siempre fue así. Para nosotros, bogotanos y bogoteños, contrario a lo que vivió el país, el cambio de siglo no fue traumático. Por el contrario. En algún momento, durante los primeros años del siglo XXI,se alcanzó a hablar del modelo Bogotá. Mucha gente hoy añora esa época en la que nos sentimos orgullosos de la ciudad. Claro. Los problemas de hace veinte años no tenían las dimensiones de los que hoy tenemos. Pero, aun así, aunque parezca inverosímil, en esa época encontramos motivos para sentirnos orgullosos de la ciudad. Orgullo que se nos refundió. Tanto que hace unos diez años, el profesor Alan Gilbert, se arriesgó a titular un artículo académico con un lacónico “how did Bogotá lose its shine”.

Precisamente “Bogotá Camina Segura” es también una sentencia aspiracional. A la ciudad le hace falta cierta dosis de sana altivez. Recuperar el brillo, pero no a partir de narrativas superficiales o espejismos elucubrados tras faraónicos proyectos de infraestructura. A Bogotá lo que le hace falta es darse cuenta de lo que ha sido y es capaz de lograr. Y cuando hablo de Bogotá me refiero a una sociedad potente, profundamente diversa y hasta cosmopolita. Por eso, “Bogotá Camina Segura” es también un proyecto político de corte liberal que busca que la ciudad cumpla con la promesa implícita de que cada quien pueda ser lo que quiera ser, en la que el gobierno lidere con el ejemplo, cumpla, resuelva y sobre todo, sea capaz de construir confianza, en el presente y en el futuro.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/miguel-silva/

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