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Andrés Preciado

Bienvenida la polarización

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Esta es la peor campaña presidencial que he visto. ¿Han escuchado o dicho esa frase? Yo la he escuchado en todas las campañas presidenciales desde que tengo memoria de ellas, incluso creo que la he repetido en conversaciones o columnas.

La frase surge de la idea de que la confrontación política es mala y que la polarización, que hace evidente esa confrontación, es indeseable o es un mal síntoma del sistema político. Todo lo contrario, cierto grado de disputa política, de antagonismo y de choque entre visiones de proyectos es un buen síntoma del proceso democrático, lo que sí debe considerarse como una línea que es mejor no cruzar es cuando esa polarización se lleva al límite.

La campaña presidencial en Colombia ha sido un buen síntoma de como la confrontación y cierto grado de polarización ayudan a dinamizar los procesos democráticos, en especial porque ese choque de visiones, ideas y proyectos se da en el escenario reglado, vigilado y contenido de las elecciones. No podría decirse que a la campaña actual le han faltado matices o visiones opuestas, candidatos variados o distintas propuestas, de hecho, los dos candidatos que terminan pasando a segunda vuelta representan, en buena medida, una ruptura con las tendencias históricas de las fuerzas que ponían sus candidatos en la elección decisiva. No tendremos un presidente similar en lo político, lo simbólico y lo ideológico a ningún otro que pasara por la Casa de Nariño.

El peligro está en el momento en que la polarización, además de evidenciar la disputa con el distinto, anula la posibilidad de existencia de esa otra propuesta por considerarla inválida. Colombia en esto ha tenido una experiencia macabra ligada al conflicto armado y la manera en la que se aniquilaron a muchos distintos, bajo el supuesto de la imposibilidad de hacer compatible la existencia de visiones contrapuestas. Este es el extremo armado de la polarización que siempre rondará el país como una sombra que recuerda un pasado no muy lejano y no del todo abandonado.

La línea roja que no debemos cruzar en esta campaña está muy clara. Bienvenida la polarización que expande las posibilidades de elección, las opciones y los candidatos involucrados, aquella que necesariamente provoca la discusión, que tampoco es malo que sea acalorada o apasionada y que se busque convencer por qué la opción de preferencia de cada ciudadano es la mejor, incluso descalificando o bajando el perfil de las demás opciones. La que hay que rechazar es la versión extrema de la disputa que lleva a querer aniquilar al otro, a negar la valía de su propia existencia y presencia como opción divergente.

El unanimismo político, la búsqueda permanente de consensos amplios y grandilocuentes proyectos comunes siempre son una sospecha de una sociedad molesta e incómoda con el que piensa distinto, con aquellas personas que plantean la ruta alternativa o divergentes maneras de afrontar los problemas. Abracemos y fomentemos la diversidad como la forma de construcción de un escenario de confrontación sano, plural y democrático. Démosle la bienvenida a la polarización como la evidencia misma de la capacidad de elección libre y democrática.

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