Bajo Cauca, vamos perdiendo

Bajo Cauca, vamos perdiendo

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En ese momento, yo todo el tiempo hacía mención a mi juventud, burlándome cariñosamente de jefes y amigos mayores, todavía tengo el descaro de hacerlo. Lo que me faltaba en experiencia me sobraba en actitud. Me entregué por completo a la tarea de ser servidor público en el departamento, era lo más importante para mí porque no había orgullo más grande que trabajar por Antioquia. Entre los 26 y los 30 viví a una velocidad exagerada que a duras penas me dejaba tiempo para reflexionar sobre todo lo que estaba viendo y viviendo.

Antioquia reúne lo mejor y lo peor de Colombia. En 63.612  km2 caben todos los climas y paisajes, pasan los ríos Atrato, Cauca y Magdalena, a Urabá la bañan el mar Caribe y la selva del Darién que juntas son su bendición y su condena, el Suroeste puede ser el paisaje más lindo que he conocido en el mundo. Ese terreno indomable, inabarcable, forjó personas de un carácter particular que son capaces de sacar adelante todo lo que se propongan. Esa fuerza del espíritu se ha expresado en la belleza de su arte, en la pujanza de sus negociantes, en la grandeza de sus líderes y en la maldad de sus villanos. Aquí han compartido época las más grandes gestas empresariales, deportivas y artísticas con las peores masacres y con la más dolorosa desigualdad. Antioquia es la diversidad.

A los pocos días de haber empezado en la Gobernación, me tocó pasar muchos días en el Bajo Cauca tratando de evitar una crisis institucional debido a unas elecciones atípicas en Cáceres ya que el alcalde ganador en octubre de 2011 no se había podido posesionar por una sanción de la Procuraduría. El ambiente estaba caliente. Las elecciones pasaron en medio de una tensión permanente, acusaciones, amenazas, desconfianza y miedo. El acompañamiento institucional evitó la violencia cuando el resultado fue 3.598 vs 3.596. Increíble.

A partir de ese momento, fueron muchísimos los días transcurridos en el Bajo Cauca. Estuve en las cabeceras municipales, en corregimientos y en veredas. Me tocó muchas veces negociar pliegos de peticiones en medio de protestas, varias veces lideradas por personas que hoy hacen parte del gobierno o que están en el Congreso, como la célebre senadora que ganó renombre nacional gracias a faltas de respeto y mentiras en contra de Sergio Fajardo para “quemarlo”. Líderes que uno quisiera ver en estos momentos ayudando a resolver el drama humanitario desde la institucionalidad.

Van pasando los años y con la edad va llegando una cierta capacidad de reflexionar más sobre las cosas que uno ha vivido. Ya sin el afán del día a día de un gobierno, logro poner en perspectiva algunas de las experiencias de esos años que entre el afán y la juventud se pasaron demasiado rápido. Ahora entiendo que pude conocer toda la realidad de la pobreza y la falta de oportunidades que generan, y a su vez permiten, el sometimiento por parte de los violentos. Abundan los lugares  a los que llega muy poca o ninguna inversión estatal ni privada. La economía informal y la criminal conviven con naturalidad en zonas donde lo extraño es la vigencia del Estado de Derecho.

Es un corredor estratégico para la guerra, la cantidad de oro en suelos y ríos, las condiciones adecuadas para los cultivos de coca y la inmensidad del territorio, lo convirtieron en un campo de batalla permanente donde ha habido presencia de prácticamente todos los actores armados del país. Fue área base de las FARC y el ELN, fortín paramilitar, zona de guerra de BACRIM y ahora de los llamados GAO (Grupos Armados Organizados). Hace años el clan del Golfo controla casi todo pero siempre en medio de disputas con quienes quieren, y tienen, un pedazo de la torta millonaria.

Sé que se hace un esfuerzo grande por parte de los gobiernos, la cooperación internacional y las organizaciones sociales por modificar la realidad de las personas a través de todo tipo de proyectos, pero mientras la economía criminal siga poniendo la comida sobre la mesa de miles de personas, va a ser muy difícil una verdadera transformación a través de presencias temporales y limitadas. La corrupción abunda y sepulta las posibilidades reales de cambio. Recuerdo que ni siquiera en los consejos de seguridad se hablaba con absoluta tranquilidad porque entre las instituciones no había, con razón, confianza plena. El Bajo Cauca ha sufrido demasiado. Se calcula que casi un 80% de su población ha sido víctima de la violencia.

Me solidarizo con las personas que están sufriendo las consecuencias del poder descomunal de los violentos que los someten y les violan sus derechos, mientras desafían la fuerza del Estado envalentonados por sus millones y el alcance de sus redes de corrupción. Que los niños no estudien, las personas no trabajen y escasee la comida es un fracaso de todos. Espero del gobierno nacional una respuesta inteligente que atienda a la complejidad de la realidad. Tiene en el plan de desarrollo que debe aprobar el Congreso a principios de mayo la oportunidad y el instrumento perfecto para hacerlo.

Van perdiendo los habitantes de la región, vamos perdiendo todos.

#SOSBajoCauca.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/

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