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Este pasado lunes 25 de julio se presentaron los resultados del informe de Calidad de Vida 2021 del programa Medellín Como Vamos. Frente al Teatro Pablo Tobón Uribe, entre ruidos de carros y vendedores ambulantes, Luis Fernando Agudelo, director de programa, hizo un recorrido por indicadores de pobreza monetaria, multidimensional, incidencia del hambre, acceso a salud, deserción escolar, muertes por incidentes viales, entre muchos otros. El panorama, en general, es preocupante. Medellín enfrenta una desmejora en indicadores claves para la calidad de vida de sus habitantes, en particular -y tristemente sin sorpresas- para las poblaciones más vulnerables. Frente al angustiante diagnóstico, no ayuda el hecho de que Daniel Quintero, alcalde de Medellín, no asistiera a la presentación.

La ausencia del alcalde -y de cualquier funcionario de la administración local actual- es muestra de la poca importancia dada, pero, sobre todo, de ruptura. La presentación de resultados del informe de Calidad de Vida de Medellín Como Vamos ha sido siempre una oportunidad, rara por lo demás, para que el alcalde de turno diera cuenta de su gestión sobre la base de los datos recolectados sobre la situación de la ciudad y no, como suele ocurrir, sobre los “datos curados” que muestran las cosas que andan bien en la ciudad. Era control social y político técnico y efectivo; los que pasamos por la administración municipal -al menos cuando los alcaldes iban- sabemos muy bien la seriedad con la que los funcionarios se tomaban la presentación. Sabían muy bien que era de los escenarios más claros en los que se les hacía rendir cuentas de su gestión.

A una ausencia, una presencia.

Esta semana también se dio cierre a la primera cohorte de la Tejeduría, una iniciativa nacida de la tesis de maestría de Santiago Londoño y “el AKA” para el programa de procesos Urbanos y Ambientales de EAFIT. Su principio es la reconstrucción del tejido que unía a diferentes actores de Medellín, en particular sociedad civil y empresarios, y que ha venido deshilándose en los últimos años. Desde encuentros y recorridos por las comunas 8 y 13 en las que líderes comunitarios y culturales conversaban y daban las primeras puntadas de posteriores procesos con representantes de organizaciones como Bancolombia, Grupo SURA o Grupo Éxito, uno percibe ecos de las acciones colectivas que han logrado cosas extraordinarias en Medellín. La presencia, como siempre y en evidente contraposición a la ausencia, construye confianza. Es la primera cohorte, enhorabuena para las iniciativas que se dan la oportunidad de creer que hay esperanza en los encuentros de la ciudad y que frente a una administración municipal cada vez más ausente, pone la confianza en lo que puede hacer la sociedad civil.

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