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Aprendizajes ciudadanos

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Siempre me ha parecido muy relevante -y profundamente bonita- la concepción de “saldo pedagógico” de Antanas Mockus. Mockus lo usaba sobre todo para reconocer que las acciones de gobierno, incluso las que parecerían más procedimentales, deberían preocuparse por lo que aprendemos los ciudadanos y la sociedad como consecuencia. El saldo pedagógico reconoce, primero, que lo que hacen, dicen y proponen los gobiernos y sus representantes es socialmente muy relevante y que los ciudadanos podemos reajustar nuestras creencias y decisiones cotidianas gracias a lo que intuimos como mensajes importantes. Podemos estar más o menos dispuestos a cooperar con otros, o cumplir normas o seguir instrucciones de las autoridades de acuerdo a esto. Lo segundo es que, a parte de las consecuencias inevitables, los gobiernos deberían aprovechar toda acción de gobierno o mensaje institucional para proponer alguna reflexión o conseguir algún aprendizaje social que nos ayude a abordar un problema colectivo.

De esta forma, el cobro de los impuestos es una oportunidad para hablar de cultura tributaria y rendición de cuentas. La inauguración de una obra pública es una oportunidad para hablar de gestión pública y bienes públicos. La realización de un evento cultural es una oportunidad para hablar de convivencia y lazos comunes. La cercanía de una elección es una oportunidad para hablar de participación ciudadana. Y así. Ahora, también se puede sacar un salgo pedagógico de las coyunturas. En los años noventa, la alcaldía de Mockus utilizó esta idea para abordar el asunto de consumo de agua durante una crisis de abastecimiento que sufrió Bogotá. Al final, buena parte de su apuesta desde el enfoque de cultura ciudadana, que ya ley de la República y casi todos los gobiernos locales de Colombia han definido a través de políticas o programas públicos, busca exactamente eso: reconocer la labor pedagógica de los gobiernos.

Obviamente esa labor puede ser asumida de forma positiva por un gobernante y sus equipos, pero también, subestimada o incluso, desconocida o instrumentalizada. Porque quizás el punto central de la idea de saldo pedagógico es que lo que dicen y hacen los gobiernos puede ser importante para los ciudadanos y que hay que aprovechar la oportunidad de ese canal de comunicación, pero, sobre todo, que hay que ser cuidadosos con los efectos posibles de acciones y mensajes que vayan en contravía del proyecto colectivo que supone una ciudad. De esta forma, un gobernante que usa su plataforma y las acciones gubernamentales únicamente para atacar adversarios políticos, excusar escándalos propios, estigmatizar a ciudadanos o echar culpas a otros, hace un daño tremendo.

El “cuidar las comunicaciones” aquí significa otra cosa. Es el reconocimiento de la enorme responsabilidad que también les cabe a los servidores públicos, en particular electos, respecto a la forma cómo cuentan las cosas desde sus cargos. Pero estos están siendo días de oportunidades perdidas y de una clara dificultad en algunos de nuestros gobernantes de asumir responsabilidades.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/

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