Escuchar artículo
|
Hace dos años, en medio del estallido social que vivía Colombia, le escribí una carta al entonces rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria. Las balas y las tanquetas del Estado azuzaban a miles de jóvenes que salían a protestar a las calles día tras día, con temor pero sin cansancio, a pedirle a un gobierno chiquito, un poco de dolencia, un poco de grandeza.
La respuesta del gobierno, sin embargo, fue la violencia y la indiferencia. No podía creer que un Estado de derecho utilizara toda su fuerza para acallar a sus ciudadanos, me sentía, como muchos, devastado, derrotado y sobre todo, desesperanzado: la clase dirigente no estaba a la altura del momento que estaba viviendo el país y no había liderazgos que representaran una voz elocuente y actualizada que interpretara a ese país que estaba convulsionando. Las pausadas y reflexivas palabras de Alejandro me motivaron a escribirle y pedirle, en compañía de muchos otros, que fuera él quien llenara ese vacío de esperanza que estábamos teniendo.
Alejandro sale hoy de un gobierno que intenta representar ese cambio que se pedía en las calles en el año 2021. La decisión de hacer parte de este gobierno fue criticada por muchos que, incluso, lo apoyaron en su fallida aspiración presidencial, pero fue una decisión coherente con él mismo y con las razones iniciales que lo impulsaron a participar en la contienda política. “El país debe redefinir su contrato social y empezar la agenda reformista que la ciudadanía está pidiendo en las calles” fueron palabras que se le escuchó en muchas intervenciones antes de su aventura electoral. Su paso por el gobierno fue un intento de contribuir a esa agenda del cambio.
Su prematura salida del Ministerio de Educación “por razones de salud” fue la demostración de la fuerza de sus convicciones. Nunca dejó de hablar y de opinar desde la independencia y la coherencia con la que decidió ser partícipe de la transformación política del país. Y, aunque la coherencia es un concepto sobrevalorado, allí ha residido su fortaleza a costa, incluso, de perder apoyos y poder. Le agradezco la valentía y la entereza con la que enfrentó los dogmatismos ideológicos y morales que lo atacaron desde todas las fuerzas.
Alejandro es una voz necesaria en el debate que vive hoy el país. Su conocimiento sobre el funcionamiento del Estado, su larga trayectoria y su discurso elocuente y reflexivo llena un vacío en el espectro político y marca la pauta en medio de una oposición acéfala y estridente y un gobiernismo convenientemente ciego y complaciente. Alejandro puede representar esa voz independiente e informada que le haga contrapeso a los ánimos adanistas del gobierno y que guíe el debate reformista sin el apasionamiento y la deslegitimación que la oposición desgastada tiene acostumbrado al país. Le auguro, si él lo desea, un liderazgo aglutinador y contundente. Yo refrendo lo que le dije en esa carta en el 2021: le ofrezco mi apoyo siempre condicionado a su actuar responsable y a la honestidad que sus actos y palabras han representado. Este puede ser el momento que él lidere el cambio.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mateo-grisales/