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La cama de
Gisèle Pelicot
era una cámara de torturas
no sabe cómo sobrevivió
se pregunta cómo está parada ahí
y está parada ahí
diciendo:
cuando otras mujeres se levanten sin memoria
podrán recordar el testimonio de la sra. Pelicot
porque nadie
ninguna mujer
debería ser drogada y victimizada
como ella
su exesposo
con el que se casó hace cincuenta años
la drogó durante casi diez para violarla
él y al menos 83 hombres más que entró a casa 51 ya están en juicio
los filmó
son más de 20.000 videos y fotografías guardados en la carpeta Abuso
les puso reglas
debían quitarse la ropa en la cocina
calentarse las manos
no hacer ruido
no usar perfume
no fumar
no había que despertarla
en la lista
hay bomberos
soldados
camioneros
periodistas
esposos
padres
hombres de los que te cruzas en la panadería
entre 26 y 74 años
y era una vida
feliz tranquila amorosa
ya estaban jubilados
vivían en un pequeño pueblo
hasta esa mañana de 2020
que llamó la policía:
ese hombre
en el que confiaba
con el que tenía una vida sexual normal
él
que era su pareja estable
cuidó a sus hijos
se acompañaban se querían
y
en los últimos años
la llevaba al médico porque estaba perdiendo la memoria
se levantaba sin recordar qué había pasado la noche anterior
si le había dicho buenas noches a sus nietos
si había visto una película
cómo había llegado a la cama
y estaba perdiendo el pelo
y bajaba de peso
y estaba atemorizada
porque quizá era el alzhéimer alcanzándola
o un tumor en el cerebro
además
tenía problemas ginecológicos
Y no
él
su esposo
del que se enamoró a los 19 años
con el que tenía tres hijos
siete nietos
la violaba
e invitaba hombres extraños a que la violaran
su problema tenía nombre: Dominique Pelicot
le ponía somníferos a su comida
Gisèleestá parada frente a la corte:
que su historia se conozca
que se escuche
que se avergüencen los acusados
no ella
que se sepan sus nombres
que no se escondan
los hombres andan diciendo
que no son culpables
que el esposo les dio permiso
que era un juego de tres con una mujer drogada
una mujer que nunca se levantaba
que estaba en la cama inconsciente
algunos fueron una vez otros repitieron hasta seis
Gisèle les dice
sabían lo que estaban haciendo y cómo estaba yo
por alguna vez en la vida háganse responsables de sus actos
los videos son insoportables: estoy en mi cama y me están violando
de cada diez hombres siete aceptaban la invitación
los otros tres guardaron silencio
la policía se dio cuenta del caso por azar
descubrieron al señor Pelicot en una tienda
filmando a mujeres
tratando de verlas debajo de las faldas
Desde que se enteró
Gisèle
72 años ahora
que después del juicio se cambiará su apellido
no ha vuelto a tener pérdidas de memoria
ni una sola noche
ella es
dice
como un boxeador que se ha parado repetidamente
pese a los muchos derribamientos
y trataré de reconstruir mi vida
pero no sé cómo
han sido diez años perdidos
es fuerte
la fachada es sólida
dice
sin embargo
adentro
hay un campo de ruinas[1]
[1] Es una noticia horrorosa, atroz, terrible. Se quedan cortos los adjetivos, se pierden las palabras. Cada detalle es peor: el esposo drogándola, llevando hombres desconocidos a que la violaran, grabando, hombres violando a una mujer inconsciente, hombres diciendo no, pero no denunciando. Hombres que no aceptan la culpa que porque el esposo les dio permiso. Parece increíble, ficción, que pase algo así, y ahí está la prueba: Gisèlecontándole al mundo que le pasó a ella y que todos debemos saberlo para que la vergüenza recaiga sobre los culpables y no sobre la víctima: ¡que la vergüenza cambie de lugar! Y es un llamado, un grito, a la no repetición: que no les pase a otras. Que estemos atentas, que sepamos que puede pasar, que nos pueden drogar. Destapa, además, o vuelve, además, sobre esos temas que se silencian tanto: el consentimiento, el peligro de ser mujer, el abuso por parte del círculo más cercano, de que quienes violan no son monstruos o enfermos o viejos: eran hombres funcionales. Nos habla de cómo la violencia hace parte de la normalidad. Y también nos dice: hablemos de esto y, aunque nos duela, repitámoslo, porque el silencio no está bien, y porque hay que cambiar: no puede normalizarse lo que no está bien. Una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia física o sexual desde que es muy joven, según datos de la OMS y ONU Mujeres. Alza la voz por tantas mujeres que no pueden. Ella quiere que su caso se difunda y ser una voz para las mujeres víctimas de sumisión química. Culpemos a los que hay que culpar. Pongamos los ojos sobre los que hay que ponerlos. Que asuman su responsabilidad.