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Una mujer cansada y desesperada publicó en redes sociales el drama y la pesadilla que estaba viviendo desde hace varios años debido a un acosador. La denuncia se volvió viral, pero no solucionó la situación; al contrario, pareció agravarla. ¿Cuántas mujeres como ella están en silencio y viven con miedo? ¿Cuántas mujeres están siendo acosadas y no tienen salida? «Acosar», del antiguo «cosso» (carrera), significa perseguir, sin dar tregua ni reposo, a un animal o a una persona. La sola descripción del verbo es aterradora; el acoso en todas sus formas debería considerarse una conducta grave.
Datos del Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (SISC) de Medellín revelan que durante 2023 han ocurrido 14 homicidios de mujeres, 10 de ellos tipificados como presuntos feminicidios. ¿Cuántas de estas mujeres estaban siendo acosadas? ¿Cuántas de ellas temían por su vida?
¿Qué puede hacer entonces una mujer acosada? ¿A dónde ir o qué hacer cuando alguien se siente vulnerable y perseguido? ¿Cuál es la ruta de protección y cuidado? ¿Una comisaría, a una inspección, a un CAI o a la Fiscalía? ¿Publicar en redes sociales, contratar a un abogado, resolver por cuenta propia o quedarse callada? La persona acosada, angustiada emocional y psicológicamente, ahora debe resolver el acertijo administrativo y luchar incansablemente contra las barreras normativas para que su caso sea escuchado, lo que no significa que esté resuelto.
Pareciera que la locura y la obsesión fueran las credenciales necesarias para acosar sin límites. El rótulo de crimen pasional o de feminicidio no puede ocultar la vulnerabilidad y lo expuestas que se encuentran las mujeres en Colombia. En nuestro país, las mujeres viven con miedo; les da miedo salir solas, caminar de noche y usar transporte público. Un estudio de la Universidad Manuela Beltrán reveló que el 60 % de las mujeres en Bogotá no usan falda por temor a ser víctimas de acoso. Las mujeres en nuestra sociedad están acorraladas, acosadas y perseguidas.
Lo más preocupante de la situación es que no hemos reaccionado frente a la gravedad de los hechos. Los datos pasan por alto y las historias de violencia contra las mujeres se repiten una y otra vez. Socialmente no hemos rechazado por completo este tipo de conducta; creemos que las víctimas no son nuestras mujeres, no son nuestras madres, no son nuestras esposas ni nuestras hijas. No es posible vivir con miedo; cuidar a las mujeres debería ser nuestra prioridad como sociedad.
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