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La amistad es una relación puramente amorosa, y este año he entendido que somos –en una medida importante– esos amigos que cultivamos. Esta columna la estoy escribiendo pensando justamente en las amistades del 2022 que, por un lado, me levantaron y, por el otro, me ayudaron a repensarme. Esta columna, aunque podría hablar de mí y de lo que he aprendido con ellos, está dedicada al mensaje de libertad y amor profundo que mis más cercanos profesan y que espero que pueda calar, cuando menos, en mi propio pensar, hacer y sentir.
En marzo de este año se presentó en El Retiro la primera temporada de “Con ella sí”. Lalis es el creador de esta obra que está basada en su propia experiencia. En esta ocasión Lalis y Mariana, amigos de mi vida, actuaron para contar la historia de Adelaida y Lucía, que es una historia sobre el amor coincidente y en libertad. Lucía se enamora de Adelaida, su mejor amiga, y aunque llegan a besarse, al principio Adelaida decide negar lo ocurrido y alejarse de Lucía.
La obra muestra los dos procesos: el de Lucía que sabe que es homosexual, y que se enfrenta en silencio al miedo de “salir del clóset” y al dolor que le produjo el rechazo de Adelaida; y el de Adelaida que es el de una mujer que aunque tiene la certeza de que le gustan los hombres, termina enamorándose de Lucía y planteando que también pueden gustarle las mujeres. Ambos procesos tan personales que es difícil encontrar equivalentes.
Todo esta introducción para decir que aún nos cuesta hablar de la otra como objeto de nuestro deseo; aún nos cuesta entender que el enamoramiento es una coincidencia y que puede provenir de cualquiera, independiente de su sexo. Aún nos cuesta dejar de hablar en dicotomías excluyentes, pero aun así creo que cada vez somos más los que nos acercamos a esa línea intermedia en la que la vida no se define por etiquetas sino más bien en clave de puertas.
Lo he hablado con Mariana: hay temas, como es justamente la posibilidad de enamorarse de otra, que son puertas abiertas en las que los dogmas no nos detienen. Enamorarse es, finalmente, coincidir con el otro/la otra en la observación del entorno y del mundo. Enamorarse es coincidir en la intimidad sincera de lo que se es. Enamorarse es la expresión máxima de la unidad y la completitud, que es también lo que es dios.
Esta columna es de todo y de nada. Es sobre “Con ella sí”, que para muchas personas fue una excusa para ser capaces de anunciar libremente su sexualidad o una para tener herramientas para ser capaces de entender, en situaciones futuras, que la atracción no se controla. Esta columna es también para agradecer por estar rodeada de seres libres y lugares seguros: entre mis amigos se construye, en el día a día, la posibilidad de un mundo en el que no se tiene que salir del clóset, sino en el que simplemente se anuncia y reconoce a quien se ama. De ellos aprendo todos los días.
Pensaba que yo era una mujer de pensamiento libre y tal vez sí, pero entre el pensar y el hacer hay un camino enorme. Esta columna la escribo también para tener una excusa para poner de presente que aún nos queda camino por recorrer para ser una sociedad diversa y digna. Y aunque podría estar pensando en los titulares que han mostrado la violencia homofóbica que aún está presente en nuestro país, estoy más bien pensando en nuestras situaciones particulares: en la forma en la que actuamos cuando la atracción que rompe estereotipos llega a nosotros, sea de nuestro lado o del del otro.
Faltarán varios de mis amigos de los que aprendo, pero nombro algunos: a Lalis le agradezco dejarme ver que siempre es posible volver a empezar y mostrarse en la versión más genuina, a Mariana mostrarme que en la transformación –que no depende necesariamente de la razón– se encuentra el amor romántico sincero y libre, a Amalia que el amor se cultiva y se multiplica cuando se trabaja en ello, a Sofía que no hay por qué negarse a nuevas experiencias y que es importante mantener la confianza de poder nombrar lo que se siente, a Isabel que la amistad se cimienta en lo que se comparte con el otro, a Elisa que el amor no puede dañar lo que cada uno es y anhela, a la otra Elisa que la atracción puede saberse libre en el instante en el que dos personas se cruzan, a Juli que la libertad sí es posible en una relación, a Juana y Vero que abrirse al otro después de haber caído es el primer paso, y a Tefo que lo que se siente por alguien debe explicitarse y que actuar coherente con el deseo es algo que no puede controlarse con el pensamiento.
Macaco tiene una canción hermosa que llevo semanas escuchando. “Salgamos a ventilar las almas”, dice. Salgamos, por esas puertas en las que ahora quiero estructurar mi pensamiento, en nuestra versión más genuina y sin tantas etiquetas.
“Porque las relaciones no son oficios
Son continuos inicios
(…)
Porque el amor no existe
Solo sus hechos”[1]
Si solo existen los hechos, solo le deseo a mis amigos (y a mí, por supuesto) que seamos capaces de actuar en libertad la próxima vez que encontremos a quien puede ser objeto de nuestro deseo.
[1] Fragmento de la canción “Quiéreme bien” de Macaco.