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Me llama la atención el miedo que algunas personas le tienen a la palabra moral: “no quiero caer en juicios morales” “hay que abandonar los aspectos morales en esta discusión” “no tengo arrestos para hablar de moral con webcamers”. Parafraseo aquí expresiones encontradas en las redes sociales a propósito de algunos asuntos dilemáticos: la prostitución, el aborto y las tensiones entre el sexo y el género.

Cuando pienso en el temor a la moral de algunos adultos, especialmente de algunas mujeres, no puedo evitar suponer que cuando dicen la palabra “moral” se dibuja en sus mentes una regla para medir la distancia entre la rodilla y el ruedo de la falda de un uniforme de colegio católico. En lugar de darle volúmen a un concepto complejo prefieren concebirlo como un asunto plano con el que construyen su lugar en el mundo en oposición a visiones que consideran caducas porque según ellas son “morales”. 

Esta postura es problemática para el debate público por al menos tres razones: la primera es que ignora que todas las decisiones que tomamos tienen un contenido moral en la medida en que expresan nuestras concepciones sobre lo que está bien o lo que está mal de acuerdo con lo que valoramos y con las jerarquías que han modelado esos valores.

La segunda: creer que la moral atañe únicamente a personas conservadoras es ignorar el alcance mismo del concepto. Ocuparse de la moral no es un asunto necesariamente conservador, por el contrario, puede ser profundamente revolucionario. Pensar en la moral implica pensar en nuestra visión del mundo, en dónde nos ubicamos dentro de él y en abrir la posibilidad a nuevos valores y,  por lo tanto, a nuevas formas de organización social.

La última: ignorar que es un asunto socialmente relevante y fundamental para gestionar los problemas  comunes excluye la posibilidad de preguntarnos porqué algunas personas consideran que no se debe reprochar envenenar un río para extraer el oro de su lecho, o construir edificios enormes en laderas arrebatadas al bosque o vender mercancía barata elaborada al otro lado del mundo por mujeres a las que no se les reconocen sus derechos básicos, o comprar sexo. 

La semana pasada escuché que la salida a la crisis planetaria no depende de la tecnología sino de la ética. Esta forma de entender el origen de los problemas ambientales y sociales  que afrontamos hoy reforzó mi interés en pensar en el temor a la moral que leo en mis contemporáneos. Quisiera abogar por un debate público en el que no tengamos miedo a pensar en términos morales. En el que la posibilidad de abrir estas discusiones no se descarte de entrada por considerarse conservadora. En el que a las personas les interese el significado de las palabras y sus dimensiones: el volumen que contienen.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/

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