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Seguro mi generación ya no se referirá a sus años mozos con la tradicional frase de “todo esto eran mangas” sino más bien con “cuando por aquí no venían los gringos”. Y es que aunque antes era raro cruzarse con un extranjero en la ciudad, hoy es el pan de cada día, hecho que suscitó al principio curiosidad y cierta fascinación, pero que hoy ya tiene un hedor a xenofobia.
El cambio es impresionante, pasamos de ser una ciudad que siempre había estado encerrada entre montañas a, de golpe, recibir dos tipos de migrantes: los venezolanos que huyen de las mismas políticas que trata de implementar Petro, y los nómadas digitales, mayoritariamente de Estados Unidos o de Europa, que ven en Medellín un paraíso a bajo costo. Aunque son fenómenos con características diferentes, ambos despiertan rechazo.
El uno por aporofobia y el otro por plutofobia. Con los venezolanos los paisas temen que, ya que vienen nada más que con la ropa que tienen puesta, el único camino que encuentren aquí sea la delincuencia; con los gringos que, como tienen más recursos, se apoderen de todos los espacios que antes consideraban como propios.
Y la verdad es que la inmensa mayoría de quienes vienen, tanto de Venezuela como de países desarrollados, simplemente quieren sacar adelante sus sueños, sus proyectos, buscar calidad de vida y aportarle económica y culturalmente a la sociedad a la que llegan. Nos traen capital económico que hace crecer a la ciudad, generan demanda, empleos y visiones del mundo diferentes que nos enriquecen.
Paradójicamente muchos paisas prefieren usar sus prejuicios para observar el problema, y digo que es una paradoja pues si hay un pueblo estigmatizado en el mundo somos nosotros. ¿Por qué vamos a jugar la misma moneda?
Ojalá llegue unaAlcalde al que sí le preocupe la ciudad y haga de Medellín una ciudad más atractiva para el mundo.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/jose-valencia/