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A un año exacto de las elecciones locales, alcalde Quintero despidió con vítores, aplausos y discursos grandilocuentes, a un grupo de funcionarios que, según él, “derrotarían al uribismo en las próximas elecciones”. Un acto político innecesario, legalmente cuestionable y abiertamente provocador con los órganos de control y la ética pública. Nada extraño a lo que, tristemente, ya nos tiene acostumbrado este personaje. Este grupo de personas complementarán la plana de exfuncionarios de esta administración que salieron a hacer campaña desde ya para ser la continuidad de la administración de Quintero y proteger así, su legado.

Claro, el legado de Quintero no será las obras que adelantó en su paso por la Alcaldía de Medellín, tampoco serán los avances en calidad de vida de la población de la ciudad o por la mejora institucional que todos esperaríamos que un alcalde lograra. El legado de Quintero será una escuela política basada en la mentira y en la imposición de una narrativa confrontativa con la ciudadanía. El legado de una fractura política que nos perseguirá por varios periodos electorales.

Ese legado está bien representado. Quienes militan en ese proyecto político ya son reconocidos por ser violentos, mentirosos y manipuladores. Basta con revisar el twitter del secretario de juventud, de Gobierno, de Comunicaciones, del Gerente de Telemedellín o de la saliente Secretaria Privada para dilucidar el talante de los buenos alumnos del hoy Alcalde de Medellín. El liderazgo de Quintero les ha otorgado con el ejemplo, la licencia de instaurar en la ciudad un debate mezquino y pendenciero.

En campaña, ya veremos a sus pupilos repitiendo que todo es culpa del uribismo, instalando vallas con propuestas populistas y buscando dividir a la ciudad en falsas dicotomías con mentiras y narrativas fríamente elaboradas para alentar el sentimiento de la antipolítica mientras negocian todo con lo más rancio de la política. La campaña del año entrante marcará la pauta de su campaña presidencial en cuatro años.

Los líderes políticos, en especial los más jóvenes, no dimensionan el poder que tienen en sus manos cuando están en sus cargos. Y no hablo del poder ejecutorio, que es preciso en el tiempo y limitado en su alcance, hablo del poder de su legado. Los líderes políticos tienen la capacidad de crear un compás rítmico para que sea seguido por la sociedad que lideran. Ese compás puede ser sostenido en el tiempo o superado rápidamente, pero es una pauta que, definitivamente, supera su mandato. Ese compás se manifiesta en formas, ideas y estéticas, también se manifiesta en su contraparte, en el legado de quienes se oponen a ellas. 

Quintero dejará la ciudad vuelta un pantanero. Ese será su legado y tendrá quién lo represente ¿Podrá la ciudad superar a Quintero como hito de su propio legado? 

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