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El único departamento que aparecía de un color diferente en el mapa electoral. Un morado que demostró que este parecer ser, en efecto, otro país. Antioquia fue el único departamento que prefirió a Fico en primera vuelta. No creo que a alguien le sorprenda. En lo que va del siglo XXI, este departamento se ha inclinado por la derecha y su discurso de seguridad democrática ¿Qué hace que Antioquia sea tan fiel a la derecha y, en particular, al uribismo?

El uribismo se caracteriza por esa idea de la primacía de la seguridad democrática. Entendida, según lo explica el Centro Democrático, “como un medio para lograr crecimiento económico sostenido y bienestar”. Asimismo, afirman que esta actúa como garantía de la democracia y comprende la seguridad física, jurídica y política.

Esa idea de seguridad democrática floreció en las elecciones de 2002, en las que Luis Eduardo Garzón, Horacio Serpa y Álvaro Uribe se enfrentaron en primera vuelta. Mientras que los primeros dos se inclinaban más por la negociación política que por la salida militar como solución al creciente conflicto, Uribe creía que primero se debía combatir militarmente a los grupos armados y después pensar en una negociación. “Los violentos no negocian cuando el Estado es incapaz de contenerlos. La paz no nace de abracitos televisivos, sino de la autoridad estatal y la justicia social”.

Al final, Uribe ganó en primera vuelta. Desde entonces, la política de seguridad democrática fue el bestseller de las siguientes campañas presidenciales, y llevó a dicho mandatario  a obtener una aprobación hasta del 91% entre 2002 y 2010. Incluso, para el plebiscito de 2016, con Uribe fuera de la Casa de Nariño, el No al Acuerdo de Paz, liderado por el Centro Democrático y ferozmente defendido por su líder, ganó en Antioquia con una diferencia de más de 200.000 votos.

En 2022, a pesar de la sorpresiva victoria del alcalde alternativo Daniel Quintero en 2019, y del bajo respaldo al candidato del Centro Democrático en las elecciones presidenciales, los paisas todavía se inclinan por el discurso de seguridad democrática. Esto se vio reflejado en Fico, candidato que contó con el apoyo, precisamente, de Uribe. Fico también utilizó la seguridad como una de las banderas de su campaña, siendo una de sus grandes insignias durante su período en la Alcaldía de Medellín ¿Cómo olvidar al alcalde que no dormía para perseguir personalmente a los delincuentes?

Así, Fico ganó en la primera vuelta en Antioquia, superando a Petro por más de 700.000 votos y a Hernández por 864.175 votos. Sin embargo, es primera vez en este siglo que el candidato que gana en Antioquia en primera vuelta no pasa a segunda. Los paisas quedamos como “los raros” entre los colombianos, como me suelen decir mis amigos de Bogotá. A pesar de que en primera Petro obtuviera más votos que Hernández en el departamento, fue más fácil inclinarse por éste que por aquel en segunda ¿Por qué?

Creo que dicha inclinación posterior, casi automática, hacia Hernández, obedece principalmente a ese apoyo fiel a la seguridad democrática en Antioquia. Apoyo que nace por el miedo. Como lo explica Martha Nussbaum, “[c]uando las personas tienen miedo quieren protección y cuidado”. Y no es para menos. Entre los 80s y principios de los 90s, Medellín era la capital del infierno. La ciudad más violenta del mundo. Cuna del narcotraficante más famoso de la historia ¿Quién se atrevería a salir de la casa cuando en la esquina podría encontrar su tumba? El miedo se expandió y no solo con el narcotráfico. De acuerdo con el Informe Final de la Comisión de la Verdad, Antioquia fue el departamento con más víctimas civiles del conflicto armado (125.980 víctimas, equivalente al 28% del total de víctimas nacionales), con más víctimas de desaparición forzada (28.029, 23% del total nacional), con mayor número de secuestros (9.308, 20% del total nacional) y de desplazamiento forzado (1.480.596, 19% del total).

Tener miedo es apenas normal en el departamento. Crecí escuchando historias familiares sobre intentos de secuestro, amenazas de muerte, fuertes atracos, ¿cómo no asustarse? En ese contexto, Uribe excitó el miedo de la población afirmando que la guerrilla ponía en peligro la seguridad. El respaldo fue inmediato.

Pero la ira es hija del miedo. Nussbaum afirma que, “[c]uando tememos algo, nos precipitamos en nuestras conclusiones y arremetemos antes de haber reflexionado detenidamente sobre contra quién y cómo actuar”. El miedo y la ira son enemigos de la cooperación, pues también conducen a deshumanizar a quien piensa diferente. El discurso pacifista de Petro es mal visto en el departamento, al igual que su condición de exguerrillero. ¿Cómo apoyar al enemigo político de quien promete defendernos?, ¿cómo dejar atrás la seguridad y buscar el “diálogo”? El paisa quiere, más bien, protección y cuidado. De ahí que, incluso antes de que Uribe o Fico hicieran público su apoyo hacia Hernández, ya circulaban stickers por el grupo de familia y amigos en WhatsApp montándose en la “Rodolfoneta”.

Ojo, no estoy diciendo que debamos respaldar a Petro como remedio contra el miedo. El punto es, más bien, reflexionar sobre nuestros traumas como antioqueños. Abordarlos, escucharlos e intentar sanarlos. Aceptemos que todavía le tenemos miedo a las bombas, los sicarios, los atracos… quizás a partir de ahí logremos tomar decisiones que no nazcan del miedo y la ira. Quizás a partir de ahí podamos ser más receptivos a discursos que no pongan la seguridad como prioridad.

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