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En la vida laboral pienso mucho en el valor de lo que hago, en su sentido u objetivo final, o al menos trato de hacerlo mientras estoy en el proceso de producir un entregable. Al hablar de los entregables, productos, informes, reportes, hitos (este eufemismo me parece maravilloso, casi épico) o medios de verificación (este es más realista y sincero), nos referimos a denominaciones similares del mismo proceso de gestión y producción dentro de un proyecto o actividad laboral.
Estoy casi seguro que todas las personas que leen esta columna, y trabajan, están familiarizadas con ese ambiente en donde se trabaja para el entregable pero el entregable no es el trabajo mismo, al menos es lo que nos dicen. Todo el universo laboral está condensado en un “producto” que da cuenta de las actividades que se desarrollan pero que en sí mismo no puede abarcar lo que es el trabajo en realidad. Al final no se entiende mucho de esto y a todos nos pasa que el entregable pasa de ser el medio para demostrar a ser el fin mismo del esfuerzo laboral.
Trabajamos para entregar algo, muchas veces confuso, y muchas personas trabajan para verificar lo que otras entregan, en procesos absurdamente reglados de formatos, mediciones de cumplimientos y pasos minúsculos y comités para poder recibir “a satisfacción” un entregable. Eso sin descuidar la debida gestión documental que se debe hacer en enmarañadas carpetas digitales hechas a la imagen y semejanza de la mente humana que las maneja, claramente en las grandes organizaciones hay también personas que diseñan complejas estructuras de carpetas que determinan la forma, la manera de nombrar y el orden para almacenar información en un proceso o proyecto. Si Borges estuviera vivo se deleitaría enormemente con lo diletantes que pueden llegar a ser los dedicados a la evaluación y a la gestión documental de entregables en su manía por la verificación de listas de pasos.
Entiendo el valor de lo reglado y de la organización, valoro los esfuerzos por desarrollar proyectos serios en donde lo contratado se programa y se cumple de manera organizada pero me parece que en general toda la cadena de contratos, cronogramas, entregables, evaluaciones de cumplimiento, comités de seguimiento, y demás formas confusas de llamar a la gestión está soportada en una premisa de desconfianza sobre el incumplimiento seguro o muy probable, como si pensáramos constantemente que las personas no hacen su trabajo o lo hacen mal.
Ni que hablar de lo inflexible de la cadena que anula el factor incertidumbre, hasta las contingencias se volvieron una estimación en el costeo en donde a un porcentaje fijo le llamamos “imprevistos” y el lío es mayor cuando esos asuntos no contemplados se van por encima de ese rubro que costeamos siempre igual y en el cual depositamos nuestras esperanzas de no necesitar.
Cierro este desahogo laboral esperando que la vida no sea aquello que pasa mientras estamos haciendo entregables.