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Santiago Silva

Una generación de distancia

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El año pasado, más de cuatrocientos niños, niñas y adolescentes participaron en las conversaciones de Tenemos que hablar Colombia. Una metodología adaptada pero que ponía las mismas preguntas que para los participantes adultos sobre la mesa, y un esfuerzo de convocatoria enorme para lograr contar con un número significativo de conversadores permitió que este grupo de representantes de un segmento poblacional que muy comúnmente se deja por fuera de los debates políticos pudiera dar sus opiniones y compartir sus preocupaciones sobre el futuro del país.

La importancia de su participación fue validada por la diferencia de respuestas con los adultos. Quizás la más significativa involucre la preocupación por el medio ambiente. Los niños, niñas y adolescentes que participaron en Tenemos que hablar Colombia lo señalaron como el tema más importante para mejorar y mantener y el segundo para cambiar en el país. En las conversaciones de los adultos el medio ambiente y la biodiversidad fueron relevantes, pero mucho menos frecuentes, una distancia que señala una situación trágica: los que suelen tomar decisiones reconocen menos la prioridad de una agenda más urgente para los que van a sufrir las consecuencias de las acciones insuficientes. Esta semana, Tenemos que hablar Colombia presentó el informe “Conservar la felicidad” que presenta los resultados del análisis de las conversaciones de la niñez (Aquí pueden ampliar información de los resultados).

Los niños, niñas y adolescentes también conversaron sobre violencia, educación, corrupción y paz. En estos temas se parecieron un poco más a los participantes de otros grupos etarios, resaltando el efecto desigual que estos problemas tienen sobre la niñez. Una situación evidenciada precisamente por la alianza NiñezYa que reúne a docenas de organizaciones que trabajan en estas agendas en todo el país, y que ha venido presentando “Los 10 Ya” o asuntos impostergables para mejorar la situación de los niños y niñas en Colombia. Salud, educación, protección frente a la violencia, juego, convivencia, entre otros asuntos se ven delimitados de nuevo por la distribución desigual de la experiencia vital. En Colombia, la suerte de nacer en circunstancias particulares determina profundamente la vida posible y la posibilidad del goce de derechos de la niñez (Aquí pueden ampliar información sobre NiñezYa y la agenda que propone).

Abordar los problemas que enfrenta la niñez en el país pasa entonces, e inevitablemente, por su inclusión en la agenda pública, su reconocimiento como urgencia desde los tomadores de decisión y la reunión de voluntades que permite que se adelanten acciones públicas necesarias. De aquí la importancia de conversaciones como las de Tenemos que hablar Colombia y procesos de recomendación e incidencia como NiñezYa para que estos llamados se conviertan en decisiones. Las voces de los niños, niñas y adolescentes del país pueden reunirse en lo que nos dijo una niña de un municipio del suroeste de Antioquia que participó en las conversaciones de Tenemos que hablar Colombia: que lo más importante era “hacer todo lo posible por mantener la alegría”.

Sobre esa agenda, estoy seguro, todos podemos estar de acuerdo y al tiempo reconocer que se lo debemos a la niñez de Colombia.

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