Tengo una especie de forma de pensar. Siempre he creído que hasta el último momento puede pasar algo bueno. Tengo un sesgo por la esperanza, como lo nombra Alejandro Gaviria, porque no le doy el mismo chance a las cosas malas; las descarto desde el inicio en una especie de cosmovisión positiva del mundo en la que “lo malo” no tiene cabida en el fin de la historia. Las cosas terminan bien o no han terminado, punto.
Encuestas, medios de comunicación, poderes de todo tipo quieren hacer ver a Fajardo como inviable, que no va a pasar a segunda vuelta. Su campaña, concentrada en una remontada casi imposible, se empeña en mostrar una cara amable, un candidato fuerte, un mensaje claro. Pero los números no ayudan.
Yo sigo creyendo en Sergio. Trabajar con él y su equipo me permitió saber que la política se puede hacer de manera honesta, decente, responsable y con la gente. Fajardo cree en la dignidad y la libertad de las personas, tiene claro que la política es para servir y no para enriquecerse y que el respeto a la democracia y a las instituciones es fundamental para tener un Estado estable y fuerte que vele por los intereses de todos, sin distinción alguna.
Al hombre lo han tildado de tibio pero todos los que le dicen eso disfrutan hoy de una ciudad y un departamento que, gracias a sus gobiernos responsables y visionarios (y a la continuidad de Alonso Salazar), emprendieron una ruta de cambio que marcó el punto de partida -y a veces de retorno- de lo que consideramos como ideal de vida pública. Colegios de Calidad, Parque Explora, Jardín Botánico, Becas EPM, Mujeres Talento, Entornos Protectores, Proyectos Urbanos Integrales, Olimpíadas del Conocimiento, entre otros programas beneficiaron a las personas que más lo necesitaban en las zonas eternamente excluidas de Medellín y Antioquia y se volvieron referente nacional e internacional de buen gobierno y excelente manejo de los recursos públicos.
Lo tildan de tibio los “calientes” que andan haciendo campaña con Char y Luis Pérez, sin sonrojarse, sin remordimientos, durmiendo tranquilos, porque creen que en la política solo se toma partido a favor del poder y no de las ideas y que quien lo haga por éstas es un personaje débil e insulso. Puro juego de machitos para ver quién la tiene más grande.
No han podido ni podrán destruir su reputación. Ni con la Revista Semana, ni con la plata de los Gilinski (que llega a borbotones a la campaña del candidato de ese pasquín), ni con la contraloría de bolsillo, ni la fiscalía del amigo, ni el poder mercenario del actual alcalde de Medellín. Se jodieron. Lograrán que no gane, es probable, pero no estarán nunca a la altura de un político que, con todos sus errores, ha sido el más importante de una ciudad y un departamento durante 20 años. Se lo pierde Colombia si no llega a ser electo.
Yo sigo con mi esperanza ciega, creyendo en el hombre, en lo que defiende, así tengamos muchas diferencias, nunca irreconciliables porque compartimos los principios. Ánimo, Sergio y, pase lo que pase. Gracias.