Del dato al hecho… hay mucho trecho

La semana pasada el DANE presentó la cifra de la tasa de desempleo para mayo de 2025. La cifra se situó en 9,0 %, el dato más bajo de la tasa de desempleo en muchos años.

A decir verdad, dudé de la cifra, como muchos de nosotros. Consideré que no correspondía con la realidad que vive actualmente el país. Me cuestioné cómo esa cifra —que cada mes leemos con tanta atención, y que en algunos casos incluso celebramos— podía ser tan baja en manos de un gobierno tan cuestionado.

No tardaron en salir expertos a decir que la cifra era mentira, que el DANE estaba manipulando las estadísticas, que aunque la cifra existe, no es cierta.

Es cierto que el director del DANE es nombrado por el gobierno, y eso siempre ha sido así. Y aunque quisiera desmentir las cifras del DANE, lo cierto es que esta entidad tiene uno de los sistemas estadísticos más sólidos en América Latina, y sin duda uno de los mejores procesos de documentación de datos abiertos para lectura pública.

Aunque dudé de la cifra y algunos expertos salieron a cuestionarla, apuntando a un aumento en la informalidad —es decir, empleo, sí, pero no empleo formal, que es al que deberíamos aspirar, me surgió una pregunta: ¿por qué ahora sí cuestionamos la cifra, y no antes?

¿Por qué ahora sí dudamos de la veracidad del DANE, y no cuando había otro gobernante? ¿Por qué ahora si hablamos de la cifra como si estuviera mal medida? Me parece que, en temas económicos, el furor y la indignación de la sociedad no dependen tanto de lo que sucede, sino de en qué momento y en manos de quién sucede.

No soy partidaria del gobierno actual, ni lo fui del anterior. Me gustaría ver otros candidatos presidenciales y otras figuras políticas y académicas dirigiendo la política económica. Pero constantemente me hago un llamado a mí misma a la crítica, a no juzgar las decisiones ni las cifras por quién las presenta, sino por lo que en sí mismas son.

Estoy segura de que la crítica de expertos y gremios frente a esta cifra tan baja de desempleo no habría sido la misma si hubiera otro gobierno en turno. Y si realmente se requiere un cambio metodológico en las mediciones del DANE, me resulta oportunista proponerlo justo ahora, cuando el último ajuste metodológico se hizo en 2021 y desde entonces se ha mantenido la misma ficha técnica.

Ahora bien, revisando el boletín técnico, hay elementos importantes que no deberíamos pasar por alto. La cifra de desempleo del 9 % corresponde a una caída de 1,3 puntos porcentuales frente a mayo de 2024, cuando fue de 10,3 %. Es decir, es una reducción considerable y sostenida. Al mismo tiempo, la tasa de ocupación subió a 58,2 % —es decir, más personas están trabajando— y la tasa global de participación se mantuvo cercana al 64 %.

En las 13 principales ciudades y áreas metropolitanas, la tasa también fue de 9 %, mostrando una caída de más de un punto frente al año pasado. Esta baja no solo se explica por crecimiento de trabajo informal (aunque sí es un factor), sino también por aumentos en categorías como asalariados y cuenta propia. De hecho, el número de personas ocupadas aumentó en 597.000 frente al mismo mes del año anterior. El empleo por cuenta propia creció en 612.000 personas, y el empleo asalariado en 243.000. Esto sugiere una recuperación heterogénea, pero significativa.

Sin embargo, hay detalles que preocupan. La informalidad sigue siendo alta y creció particularmente en ciudades. Además, la brecha de género persiste: el desempleo en mujeres fue del 11,6 % frente a 7,1 % en hombres, una diferencia de 4,5 puntos. Y, regionalmente, seguimos viendo contrastes extremos: Quibdó tiene un desempleo del 29,8 %, mientras ciudades como Bucaramanga o Villavicencio se ubican por debajo del 8 %. No se puede hablar de una sola realidad laboral.

Celebro la cifra de desempleo baja, pero siempre lo he recalcado: las cifras importan por lo que significan, no por el número que indican. Si verdaderamente esta cifra no refleja la realidad, si está siendo alterada o si cuenta con procesos inadecuados (lo cual, dadas las circunstancias institucionales actuales, tampoco es descabellado pensar), eso sí sería un síntoma grave de falta de instituciones confiables, certeras y capaces de sostener decisiones técnicas sin sesgos políticos.

Tal vez hoy no tengamos muchas respuestas y, peor aún, haya demasiado ruido frente a cada situación. Ojalá nuestras palabras y nuestras críticas sean con fundamento, con sentido, y preservando el silencio como arma, en caso de no tener nada más valioso que decir. Por mi parte, aún luego de leer el boletín técnico y revisar las cifras con detenimiento, no encuentro los datos tan engañosos como algunos afirman. Si la medición debe ser repensada, justamente es con el DANE con quien debe darse esa conversación, pero no por lo que pasa en este gobierno, sino como reflexión de la mejor medición posible, que verdaderamente refleje la realidad del país.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/

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