Arte contra la ignorancia

“Conmemoramos el pasado porque el pasado es un destino”.

En América. Susan Sontag.

Se cumplieron tres años de la invasión rusa de Ucrania y nuestra habituación es descorazonadora. Mutismo entre noticias de fondo, cifras y conversaciones internacionales que no van a ninguna parte. El día del aniversario de la guerra volví a leer historias particulares, a ver y oír a ucranianos contando lo que han presenciado, cómo sacaron a sus padres de los escombros, lo que perdieron, cómo les ha cambiado la vida, y volví a llorar.

Pensé entonces en lo que contó la escritora portuguesa Lídia Jorge escribiendo sobre la película Aún estoy aquí, que relata el horror durante la dictadura brasileña: “Después de una proyección de la película en un cine en Portugal, vi a mi lado a alguien reclinado en el respaldo del asiento de delante sin poder levantarse”. Visualicé rostros ucranianos y gazatíes, familias rotas, imágenes sangrientas que habitan las mentes de esas sociedades urgidas de terapia para afrontar el presente y el futuro, e imaginé salas de cine o simples habitaciones que en unas décadas abrigarán a personas tirándose del pelo frente a la pantalla, recostadas entre lágrimas, sin poderse mover. Qué nos ha pasado. Qué hemos hecho. Qué hemos permitido. Quiénes somos.

El arte cuenta historias, ilustra de diversas formas los caminos que nos han traído hasta aquí y que, de manera escalofriante, se nos presentan disfrazados hoy. Por eso no hay que dejar jamás de perseguir lecturas, películas, documentales, pinturas, hay que abrirse a lo que han narrado las almas sensibles, lúcidas, creativas y negadas a la indiferencia para saber reconocer las mentiras y los primeros pasos de la barbarie en el presente, para intentar no seguir caminando a ciegas hacia el abismo.

Dice hoy el delirante presidente de Estados Unidos que fue Ucrania quien empezó la guerra, que Zelenski es un dictador, entre una montaña indescriptible de mentiras absurdas que millones de personas no cuestionan, así como no ven ya dolor en guerras vueltas paisaje entre influenciadores con caras estiradas vendiendo humo o curas para el cáncer a punta de vinagre de manzana, y voy a esa idea que expresó Rosa Montero hace unos días: “A veces los pueblos eligen esa peculiar forma de suicidio que es la ignorancia. (…) Cuando pones una necedad demencial en circulación como si fuera una opinión respetable y equiparable a la verdad más elemental, estás haciendo un daño incalculable a la cultura, la educación y la convivencia de la sociedad, y yo diría que incluso a la salud mental colectiva. (…) Basta ya de dar un lugar de normalidad a los delirantes. El lado oscuro de la Fuerza es la ignorancia.”

Mientras más mentiras nos rodean, mientras más fácil pasan los líderes de naciones que han sido compás moral por encima de los valores que nos han guiado en el intento de construir un mundo más posible, mientras más millones de personas se hacen las tontas frente a las mentiras para intentar confirmar la visión del mundo que creen que les conviene, y mientras más silenciosos aceptamos el sufrimiento indecible de pueblos que no son el nuestro, más esencial me resulta el énfasis en esta idea de Orwell que citó un columnista en El País hace unos días: “Lo importante no es mantenerse vivo, es mantenerse humano”. Que el arte nos ayude a iluminar el camino y nos blinde contra la ignorancia y la indiferencia; que el pasado sea nuestra raíz, pero no nuestro destino.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

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