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Siempre me pareció una ridiculez eso de “yo no soy un político, soy un técnico” que decía Fajardo cada tanto cuando era alcalde. Era una especie de menosprecio al ejercicio público y una defensa de la tecnocracia, además, de una dicotomía que, con los años, se ha vuelto más tonta y peligrosa. Como si la política y la técnica no pudiesen y debiesen ir de la mano.
A Sergio la bobada se le fue quitando cuando se lanzó a la presidencia -la primera de tantas- y luego fue gobernador de Antioquia; dejó de repetir la desafortunada frase porque se dio cuenta de que era un político y un técnico (¿del DIM o qué?) y de que, una vez entrado en la vida pública electoral, no había vuelta atrás: había que reivindicar con orgullo lo que hacía.
Eso de los políticos criticando a los políticos y a la política, aparte de ser una cosa medio esquizofrénica (me va a matar mi psicóloga por usar esta palabra) es populismo del más barato y mediocre, y se puso de moda hace unos años con Milei, Bukele y Trump, principalmente. Hablan desde un pedestal extraño desde el que desprecian a la élite, de la que por lo general todos hacen parte, y a la clase política, de la que no ven la hora de hacer parte.
Los políticos que usan esa táctica discursiva carecen de ideas y abundan en odio; se basan en lugares comunes para analizar las relaciones de poder, los anhelos ciudadanos y las soluciones a los problemas. Gritan duro en Twitter, pero no aguantan una contrapregunta sobre casi nada. Todo lo llevan a su cancha de ruido y confusión, y blanden el arma de la ira como forma de argumentación.
En el escenario actual, el mejor ejemplo es Vicky Dávila. La experiodista está jugando la carta de Milei: el outsider que denigra de la política y la élite, pero hace parte de la política y la élite. Podrá Dávila decir que ella viene de abajo, de “las regiones” (que es la nueva forma de decir “la Colombia profunda”) y que se ha hecho a pulso, y sí, eso es cierto, pero también es cierto que lleva décadas siendo poderosa, trabajando para y con la élite y haciendo parte del establecimiento político y mediático de este país.
Vicky tiene todo para ser la candidata de la derecha. Es bonita, carismática y frentera, cosas que cotizan al alza en la política actual; y, si sigue jugando al populismo antipolítica, va a convencer a millones de incautos a los que dará la espalda una vez, en segunda vuelta (incluso antes), abrace a la política tradicional si es que quiere ganar y gobernar.
Muy efectivo será el discurso antipolítica, pero es mentiroso y manipulador.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-yepes-naranjo/