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Manuela Restrepo

Celebrar la vida como un acto de rebeldía

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"Revelarse contra el pesimismo, permitirse sonreír a pesar de acostarse sufriendo por los que no tienen techo. Celebrar la vida como un mero acto de rebeldía. Porque a veces, estar vivo, es más que suficiente."

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La OMS informa que “surgirá otro virus que no podremos contener”, mientras la pandemia actual deja más de 5 millones de muertos en todo el planeta. Aprendimos a vivir con tapabocas, escondiendo las sonrisas, alejando los abrazos y limitándonos a un ajeno choque de puños como demostración del contacto que aún añoramos y ya poco tenemos.

La crisis por el cambio climático está en su peor momento y amenaza con extinguir la vida en la Tierra si no actuamos de inmediato. Pequeños países isleños lanzan gritos desesperados a los líderes mundiales desde escenarios bañados en agua, pidiendo alguna acción que pare de inmediato el hundimiento de sus países. Arabia Saudí, China, India y Rusia se niegan a limitar el calentamiento global a 1,5 °C en este siglo. Miles de especies de plantas y animales en peligro de extinción. 

La migración está desbordada. Cientos de migrantes del Medio Oriente atraviesan mas de 3.000 kilometros en condiciones inhóspitas para llegar a la Unión Europea. Los periplos de la migración africana y latinoamericana para llegar a Estados Unidos se agudizan cada vez más, y la migración venezolana no para de crecer llevando a sus ciudadanos a vivir, casi siempre, en condiciones indignas y humillantes. 

La corrupción corre por las venas de nuestro país: grupos políticos incitan abiertamente a sus amigos, los mismos que administran la justicia, para que saquen del juego justo a sus competidores; el Fiscal Anticorrupción es capturado por corrupto; alcaldes que se ufanan de una votación histórica “independiente” para desangrar ciudades por las que no tienen ningún sentido de pertenencia; concejales que se venden al mejor postor, y ciudadanos que normalizaron pagar para evitar multas de tránsito, y compran peliculas piratas. Noticias que abruman e invaden todos nuestros canales. Sensasiones de desasosiego, conversaciones pesimistas sobre el presente y el futuro, pérdida de confianza en todo y en todos. 

Y así, como un mero acto de rebeldia, celebrar la vida. 

Celebrar poder respirar el aire que aún nos queda, los abrazos que no se niegan, las sonrisas con los ojos, las carcajadas que suenan a través de los tapabocas, los actos de amor desinteresados, tener ganas de levantarse cada día a trabajar con la esperanza intacta de que lo que se hace es para transformar realidades, la familia que acompaña y los amigos que inspiran, poder ver el cielo y los árboles. Celebrar el sentir, las emociones, estar vivo.

Ir por ahí desentonando con una sonrisa, como decía mi queridísima Mafalda. Ir por el mundo mirándolo con agradecimiento. Concentrarse en seguir abriendo espacios de discusión para la consciencia, juntarse con iguales y diferentes para cultivar la empatía, leer ideas propias y ajenas con el único fin de encontrar inspiración. Ir por ahí desentonando con la felicidad que solo da la esperanza de que todo puede mejorar. Permitirse ser feliz. Regocijarse con las pequeñeces del entorno. Prohibirse caer en la desesperanza y derrotismo extremos. Actuar como si el mundo estuviera a punto de cambiar. 

Revelarse contra el pesimismo, permitirse sonreír a pesar de acostarse sufriendo por los que no tienen techo. Celebrar la vida como un mero acto de rebeldía. Porque a veces, estar vivo, es más que suficiente. 

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