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En mi burbuja extendida existe justo ahora un gran baby boom. Están naciendo hijos de amigos, familiares y conocidos, hay bebés por todas partes y otros que vienen en camino. Mi hija Elena se prepara para ser hermana mayor y varios de sus amigos de guardería ya lo son. Claro que veo el mundo con ojos de padre, como quien se quiebra una mano y solo ve personas enyesadas por todas partes. Mi cerebro, como el de todos los seres humanos, es un órgano diseñado para reconocer patrones, símbolos y señales; veo por todas partes mujeres embarazadas y bebés recién nacidos.

Esta pequeña explosión de nacimientos a mi alrededor no va a invertir el descenso de la tasa de natalidad de ningún lado. Primero, porque es difícil tener hijos pensando en salvar el planeta, y segundo, porque la gran mayoría de personas jóvenes y familias jóvenes han decidido no tener hijos por diversas razones. Ambas elecciones son maravillosas, cada quien con sus argumentos y su libertad. Tener hijos no nos hace mejores que nadie, y no tenerlos tampoco. Pero yo me alegro de que nazcan porque recuerdo las palabras de Tagore: “Cada niño que viene al mundo nos dice: ‘Dios aún espera del hombre’”.

No puedo recordar todo lo que hicieron mis padres para criarme a mí y a mis dos hermanos. Pero puedo vivirlo todo a través de Elena, que aún no cumple 4 años. Nunca había sentido tanta responsabilidad, tanto apego y susto al mismo tiempo. Tampoco había conocido un ser tan vulnerable y dependiente, tan parecido a uno pero a la vez totalmente distinto. ¿Qué debo hacer, cómo debo actuar, qué debo decir? ¿Hice bien? ¿Hice mal? Son las conversaciones internas (y con la pareja) después de cada interacción con un hijo.

Cuando nace un hijo, uno también vuelve a nacer; es una gran oportunidad para conocerse a sí mismo, para mejorarse, para reconciliarse y perdonarse. Cuando nace un hijo, nace un padre que nunca termina de graduarse. Ser papá no es difícil, pero es exigente, es una escuela diaria de incertidumbre y experimentación, es como meditar; no podemos controlar qué imagen vamos a visualizar, pero confiamos en que nos traerá paz. Así es acompañar a un hijo, disponerse al vacío, confiar en el cambio y dejarse cambiar. Es darlo todo para que algún día puedan escribir llenos de amor y gratitud, pero sin recordar todo lo que sus padres hicieron por ellos.

Gracias a NoApto y a sus creadores por dejarme publicar, más que mis opiniones, mis emociones y vulnerabilidades. Comienzo un nuevo proyecto de escritura que requiere mi atención.

Otros artículos de este autor: https://noapto.co/juanes-restrepo-castro/

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