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En una reunión, preguntaron a un grupo de jóvenes cuántos deseaban tener hijos en el futuro: ninguno. De hecho, dos ya se habían operado para evitar la posibilidad. Hace 70 años, el promedio de hijos por mujer en Colombia era de 6.8 por cada mujer; hoy, está cerca de 1.5 por cada mujer. Esta caída en la tasa de natalidad es común en Latinoamérica y es mucho más pronunciada en Europa y Estados Unidos.
Por otro lado, los hijos que recién nacen en estas sociedades desarrolladas tienen la posibilidad de vivir hasta los 100 años y más. La calidad de vida, el avance de la medicina y una nutrición óptima son algunas de las razones por las que la humanidad, en ciertos lugares, sigue expandiendo no solo su longevidad, sino también su funcionalidad y vitalidad más allá del centenario.
La situación no solo plantea retos económicos y de estabilidad social; los cambios drásticos en estas pirámides poblacionales plantean, sobre todo, retos comportamentales a nivel individual y colectivo. No solo deberíamos analizar retos como los pensionales o laborales; deberíamos también estar pensando en los cambios de movilidad, alimentación y cuidado que estos cambios nos representan. ¿Quién cuidará a nuestros enfermos y ancianos? ¿Será el rol del cuidador el más importante en el futuro?
En algún momento de la humanidad, decidimos cargar con nuestros ancianos y enfermos. No dejarlos abandonados nos diferenció. Solíamos cargar con ellos sin importar las dificultades y lo complejo del camino. Hoy parece al revés; se nos olvida que estamos envejeciendo como sociedad y que no habrá nadie más adelante que cargue con nosotros.
Quienes hoy tenemos hijos no estamos esperando que ellos asuman esta responsabilidad. Al contrario, queremos liberarlos de la carga que representan la enfermedad y sus dolorosos síntomas. Pero si nos preguntamos, ¿quién cuidará de nosotros y quién cuidará de nuestros hijos? son preguntas muy difíciles de responder, pero tienen que ser consideradas a la hora de diseñar la vida en comunidad y promover el desarrollo de las ciudades.
Nuestro sesgo del presente nos impide imaginarnos viejos y enfermos, nos hace actuar impulsivamente y buscar beneficios inmediatos. Como personas y sociedad, deberíamos observar muy de cerca este efecto cognitivo y ponerlo a nuestro favor. Diseñar y pensar siempre para nuestro yo del futuro, para nuestra sociedad del futuro, tal vez esto sea poner el cuidado por encima de cualquier acto; tal vez el cuidado sea el valor que vuelva a diferenciarnos como especie.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juanes-restrepo-castro/