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Hoy hace un año corrí por primera vez en mi vida. Fueron un poco menos de 5 km, pero ese día conocí lo que era desprenderse, así fuera por un periodo corto, de lo que dolía.

Para entonces creía que sentir libertad era carecer de prejuicios, pero en ese momento entendí que solo sería más libre si hacía del dolor un elemento ajeno a mi camino. Correr –o la sensación de entrega– fueron la vía que encontré posible.

Por tres meses no pude subir de los 3.5 km y, aunque no me aferraba a la distancia, sí lo hacía al anhelo de no sentir más dolor. En enero de este año, aún en el rango de los 3.5, decidí inscribirme a una media maratón. Solo tendría que multiplicar por seis la distancia recorrida, pensaba.

21km no es una distancia corta y mi decisión no era razonable, pero la determinación por ser capaz de cerrar el capítulo de más dolor de mi vida fue la guía para hacerme cargo de esa meta.

Hace casi un mes corrí mi primera –y no última– media maratón. Las dos horas doce segundos que me tomó se sintieron como la meditación de un cierre: decirle adiós (a dios) al dolor que agota y al recuerdo que atormenta. Esa carrera fue felicidad pura y pensamiento infinito. Fue la reiteración de que siempre se encuentra el camino.

Ese camino lo siento desde febrero que empecé a correr en equipo. Desde ese momento todo ha sido abundante: los amigos, las metas, y la motivación. Desde junio, que empecé a entrenar para la media maratón, todo ha ido en ascenso: la distancia, el ritmo, la disciplina, y la fortaleza mental. Pero lo mejor de este camino, sin dudarlo un segundo, empezó en julio cuando entendí que en la vida no hay nada más preciado que la sincronicidad: en julio me crucé por primera vez con quien cada día me está haciendo nueva y con quien estoy conociendo que la entrega no tiene que ser a lo que duele. Con él, que comparto correr, estoy conociendo la profundidad que se siente ser amada.

Si multiplico, ya no por seis, sino por diez mis 3.5 km iniciales tenemos el número que nos representa: el que es el recordatorio constante de que el amor, para que sea palpable, debe sentirse como unidad.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valentina-arango/

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