La última en lanzarse fue Luz María Zapata (¿quién?) y, con su precandidatura, Colombia sumó 40. ¡CUARENTA! Alguien podría decir que ese número representa una variedad de ideas muy útiles para la democracia pero, ¿de verdad ustedes han visto “ideas” en el debate preelectoral?
La cantidad no es diversidad, pues los precandidatos, salvo contadas diferencias entre unos pocos, suelen parecerse en sus posturas, que no en su ideología, porque o han tomado pocas en el debate nacional o tienen la misma: ser antipetristas.
Colombia tiene crisis de seguridad, de salud, fiscal, climática; enfrenta una bomba pensional a futuro; la informalidad laboral es la norma; se viene una descertificación por parte de EE.UU.; hay paros y bloqueos, pero nuestros precandidatos miran para otro lado y culpan de todo al presidente actual, que es muy malo, pero muy malo, pero que, de seguir siendo el foco de la discusión pública, atacarlo y ya sólo demostrará la falta de visión de los que quieren liderar a Colombia y ayudarla a salir del atolladero.
La crisis de los partidos políticos y la explosión de las redes sociales le hicieron creer a cualquier aparecido que puede ser presidente. Lo primero generó ausencia de ideologías claras y fractura de las fuerzas políticas y su estabilidad, y lo segundo, el escenario para que los youtubers y los tiktokers, la mayoría mediocres por demás, acapararan la atención de un electorado que prefiere ser movilizado por el populismo digital, sin ética ni estética de nada.
Mi pregunta a casi todos esos aspirantes -hay unos decentes y que tienen algo para mostrar- es si no creen que sus precandidaturas son irrespetuosas con el país; si de verdad están convencidos de que su poca experiencia les da los pergaminos suficientes para liderar a cincuenta millones de colombianos; si tienen un proyecto político claro o con lanzarse lo que buscan es confirmar su narcisismo o alguna prebenda burocrática más adelante (¿o las dos?)
Falta aproximadamente un año para las votaciones y hay precandidaturas que nacieron muertas, que servirán sólo para generar más ruido en un ambiente ya confuso y que, más allá del costo para el Estado que producen, no pegarán una sola idea en el corazón ni en la mente de los colombianos.
Colombia no necesita personas con crisis de autoestima que crean que la van a resolver con la exposición mediática que les da una campaña, sino líderes claros, fuertes (no violentos) y con legitimidad; que sean apoyados por las fuerzas políticas y sociales para que su gobierno tenga estabilidad y ayude a darle rumbo al país.
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