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Esteban Mesa

20 de julio

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Es claro el mensaje político detrás de la elección del Congreso y la del Presidente de la República. El fenómeno es muy interesante porque se mezclan el desprestigio y la fatiga de una clase política tradicional, con una dosis de esperanza y a la vez, muchas negociaciones con esa misma clase política. Colombia combinó la ilusión, la esperanza de cambio, con pactos con la mayoría de políticos tradicionales que han llevado durante años al país a estar cómo está. Es el “cambio” con los mismos de siempre.

Esa mezcla hace que uno no sepa del todo bien qué esperar. Habrá temas en los que se impongan quienes representan un cambio de visión positivo, como en el proceso de paz. En muchos otros reinará lo de siempre y estaremos muy atentos. La mesa directiva del congreso era una buena oportunidad para mostrar el cambio y terminamos con una que podría ser la de cualquier otro presidente de la historia. Más de lo mismo, que lo digan las mujeres.

Vimos un espectáculo penoso el pasado 20 de julio en el Congreso en donde la silbada del presidente terminó siendo un detalle más de la noche. Más allá de los nombres de las directivas, hubo líos jurídicos inaceptables que implicaron la repetición de juramentos y elecciones. Algunos hablan de una “jugadita” más.

Y llegó el presidente. Nos acostumbramos a oírlo hablar de un país que nadie más ve y a concentrarse demasiado en tratar de decir que tiene logros donde no los tiene, dejando de lado el énfasis en los pocos que sí tiene.  En medio de su intervención habló del proceso de paz como si estuviera en el exterior, donde durante años sacó pecho por cosas que en el territorio no se ven, y esto generó la reacción de la nueva bancada oficialista.

No me escandaliza una chiflada pero tampoco quisiera que nos tuviéramos que acostumbrar a que el petrismo exprese así sus desacuerdos ni en su administración ni en el Congreso. Aún así, más que la silbada, me preocupa la cercanía con los clientelistas de siempre y cual cara del equipo del Presidente terminará pesando más en la administración.

Apenas arranca la era Petro. Habrá muchas oportunidades para evaluar la profundidad de la transformación que se ha propuesto.  Hemos visto nombramientos atractivos y pronto tendremos la elección de la contraloría en la que ya hay ruidos de intereses clientelistas supuestamente respaldados por un gran sector gobiernista. Petro ha decidido jugar a hacer equilibrio en medio de tiburones.

Veremos.

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