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Ya no sé qué es el periodismo

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En las primeras clases de periodismo enseñan los “criterios de noticiabilidad”. Según estos, para que un hecho sea noticioso debe ser actual, relevante, de interés público y con finalidad divulgativa, o sea, que llegue a todo tipo de público.

Se aprende también que la noticia debe cumplir con unos asuntos técnicos: un titular que sea síntesis; responder a las preguntas básicas del periodismo como qué, quién, cuándo, dónde, porqué y que la información sea contrastada con distintas fuentes.

En esas mismas clases mencionan la pretensión de objetividad, la búsqueda de la verdad y el respeto por la fuente. Tal vez, estos elementos son los más difíciles y, parece ser, escasos. Uno de los contundentes efectos del internet es que reformuló ese primer criterio de lo considerado “actual” y sobrepuso el de “inmediato”. Este afán, que no es nuevo, por publicar la noticia y por ser el primero se hizo exponencial. Ahora sí que vale más la primicia que la calidad de los criterios y de las pretensiones de la información.

La pretensión de objetividad se llama así, precisamente, porque se reconoce que el periodista tiene su propio marco de referencia, un sistema de creencias, unos intereses que marcan su indagación. Es ingenuo pretender que el periodista sea totalmente neutro. Así mismo, los medios de comunicación se crean y funcionan bajo lógicas que obedecen a ideologías y, claro está, rentabilidades. Cada medio tiene un propósito que se establece en su línea editorial. Ahora, reconocer esto nos sirve, fundamentalmente, para insistir en la pretensión: reconocer desde qué orilla se publica y comunicarle al público lo que desde allí más se acerque a la objetividad.

Con los hechos noticiosos de las últimas semanas, las agendas mediáticas se movieron tanto que evidenciaron lo que ya todos sabemos, pero que, aún así, sigue siendo sorprendente: aquellas pretensiones de la búsqueda de la verdad y del respeto por la fuente parecen en desuso. Sobre la primicia, sobre el interés del medio, sobre la inmediatez que exigen los soportes digitales ya no importa lo verdadero, sino lo verosímil. Nos llenamos de opiniones mediocres, de “parece ser”. No se contrasta la información con cautela ni se publica con responsabilidad.      

El cuidado de la fuente, esa condición que nos enseñaron con rigor, hoy se asume con la ligereza que da el anonimato. Aquello de no presionar a la fuente más allá de sus límites; eso de preservar su identidad, y finalmente, eso tan raro de contrastar la información con otras fuentes, son tareas imposibles para muchos de quienes ejercen el periodismo en grandes medios de comunicación. Se les nota, de manera muy evidente, que sus criterios y pretensiones con la noticia obedecen más a la lógica de las finanzas y muy poco a la de la verdad.   

De ahí, lo urgente de insistir en que quien recibe la información también tiene retos y responsabilidades. Empezando por tener presente que cada medio y periodista obedece a uno u otro interés y haciendo de la duda el método.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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