Volver a lo efímero

Volver a lo efímero

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Llevo varios meses sin publicar artículos de opinión. La maternidad me obligó a hacer una pausa. Han sido días de reconocimientos, reencuentros, renacimientos. De recalcular la ruta establecida, de repasar versiones anteriores de mí misma para ver qué de lo de antes aún me sirve, y qué, definitivamente, desechar.

Durante este tiempo, nuevas formas de mirar el mundo, de mirarme, porque en realidad el mundo soy yo misma, me obligaron a pensar en lo que significa volver.

Volver es llegar a un lugar del que nos fuimos. Es regresar a un estado de confort donde nos sentimos a gusto. Es caminar de un lugar a otro. Es ir, pero con la intención de regresar. Después de tener un hijo, la vida de antes se transforma: se acaban los días de descanso sin fin, de libertad para hacer planes, de dormir hasta tarde, de decisiones espontáneas que no impliquen una logística milimétrica. Y empieza una carrera —con uno mismo— para intentar volver a lo que era.

Volver entonces es buscar un camino que nos lleve al conocido. Pero, en ese intento de retornar, otros nuevos se abren, se despliegan ante nosotros como cartas en una mesa. Anhelar la vida anterior es emprender una odisea sin fin. Uno se aferra de forma vehemente al pasado y busca en lo que quedó de él los elementos para traer al presente y que se parezca a lo que fue. Volver es buscar. Es un eterno intento de retorno a lo efímero. Nada en la vida es estático.

Y de repente un día cualquiera, en medio de lo que parece un eterno caos, la vida sola comienza a volverse nuevamente placentera, con una rutina establecida, hasta monótona, pero no de una forma negativa, sino agradable. La realidad presente, que no se parece en nada a la pasada, se muestra como un bosque que se abre en el que dan ganas de entrar sin saber lo que se va a encontrar, pero no da temor ni angustia, solo ganas de andarlo, de perderse en su espesura.

Hoy vuelvo de nuevo a este medio, a rebuscar en mis ideas y opiniones. A confrontar las pasadas, las que persisten y las que descubro leyendo a otros y observando el mundo. Hoy regreso a este lugar donde escribo sobre lo que me duele y lo que me angustia —que no es poco— porque en las letras encuentro consuelo, formas diferentes de contarme historias. Y también, por qué no, la posibilidad de alzar mi voz frente a las injusticias y horrores que ocurren a diario en este planeta.

El 2025 comienza con la amenaza del presidente de la mayor potencia del mundo atacando inmigrantes, negando el cambio climático y buscando nuevas y más modernas formas de excluir a los menos favorecidos; con una guerra recrudecida en el Catatumbo que ya ha cobrado más de ochenta vidas y miles de desplazados; con un dictador vecino que se sigue armando hasta los dientes porque sabe que el mundo entero lo persigue, mientras su pueblo sigue sufriendo; con un alto al fuego entre Israel y Gaza que da un poco de calma, pero que permite ver, con mayor crudeza, las consecuencias del desastre.

Volveré a escribir sobre todo eso, volveré a creer en el camino que hay de regreso, en que vale la pena seguir luchando por lo que parece imposible. Volveré a mí para defender lo que pienso. Volveré a buscar esperanza en quienes siguen luchando por defender lo humano. Volveré a esta columna con la responsabilidad que implica. Y sé que, una y otra vez, tendré que volver a lo que ya había descartado. Andar no se hace sólo por un camino recto.

Volver es también llegar y es también elegir.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/

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