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Siempre vale la pena devolverse un poco a las raíces, a las bases de cómo funciona la vida. Nos estamos acostumbrando a estar soportados por miles de sistemas, aparatos y funcionalidades que nos hacen débiles e inútiles.
Ahora lo más común, es lo que más daño nos hace, pero como es lo más cómodo y rápido, nadie lo cuestiona. Incluso se pasa al otro lado en el que es mejor cuestionar esas formas de vivir que sí respetan muestra evolución y nuestra naturaleza. Me refiero a esas incoherencias que se escandalizan cuando los niños se ensucian y juegan con sus cuerpos al colgarse, subir árboles y hacer todo tipo de movimientos. Pero consideramos normal y bueno que estén pegados a pantallas y aparatos por horas.
Es más normal y más aceptado socialmente el sedentarismo y la mala alimentación, que el ejercicio y el cuidado de lo que se come. Suele ser más cuestionado ese último y eso causa aún más resistencia a hacerlo.
Todo lo queremos fácil y rápido, casi nadie está dispuesto a hacer las cosas a mano, a esperar, a dar pequeños pasos para conseguir un gran resultado. Le damos demasiada importancia a esas promesas de resultados milagrosos y casi mágicos.
Creo que ahí está la clave de todo lo anterior, le perdimos valor al presente, porque queremos que el futuro se haga realidad todo el tiempo, por lo que no estamos dispuestos a esperar, a esforzarnos y a ver el valor de las pequeñas cosas.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/