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La utopía se ha definido como un ideal en donde todos nos visualizamos en una sociedad justa y perfecta, donde no hay conflictos y todos los seres humanos vivimos en armonía. Sin embargo, estas ideas normalmente son imposibles de materializar o, en realidad, es muy improbable que suceda, de ahí que las personas o líderes que plantean ideas alejadas de la realidad sean tachados o descalificados por lo inviable de su propuesta.
No obstante, valdría la pena preguntarnos: ¿improbable según quién? o, ¿improbable por qué? Soy un fiel creyente que “soñar no cuesta nada” y más cuando esos sueños están alineados en un bien común o en un beneficio colectivo. Soy consciente de que es necesario aterrizar esas ideas a un contexto y a una realidad y que, sin tener en cuenta el entorno que me rodea y las características generales de una comunidad, la utopía será cada vez más lejana y dificil de materializar.
La realidad sobre lo que viene pasando en nuestra ciudad nos ha sacudido, nos ha evidenciado que no estábamos tan bien como pensábamos y que todo aquello que parecíamos tener claro y sólido no lo estaba. Hoy, tenemos un alcalde que fue consecuencia de muchos factores, grietas y cosas que seguramente no se estaban haciendo bien y, gracias a su desafortunada gestión, nos permitió ver como sociedad todo lo que estábamos haciendo mal. Como dice el dicho “no hay mal que por bien no venga” y el mal que padecemos actualmente nos trajo como bien la posibilidad de pensar y repensar qué queremos como ciudad.
Dentro de lo que he podido observar y escuchar a partir de reflexiones que he tenido con diferentes personas, coincidimos en que la ciudad venía de una zona de confort donde los últimos 12-15 años, había unos lineamientos implícitos de ciudad, unas instituciones fuertes, un empresariado intocable y unos programas transversales o, por lo menos eso pensábamos, hasta que en el 2020 todo cambió. Y considero que parte de ese cambio se debe a que al relajarnos dejamos de pensar en el proyecto ciudad, dejamos de soñar y de pretender.
En el emprendimiento una persona que pierda esa chispa o ese deseo de ir por más está condenado al fracaso, ya que cualquier competidor medianamente motivado pasará por encima. Incluso, se dice que lo peor que le puede pasar a un emprendimiento es que sus fundadores se relajen o entren en zona de confort, pues eso se siente en toda la empresa. Y creo que eso fue lo que nos pasó en la ciudad, nos relajamos, dejamos de pensar el proyecto de ciudad y confiamos en que otros lo tenían claro o lo estaban haciendo.
Decía Oscar Wilde que “el progreso es la realización de utopías”, por eso es clave permitirnos soñar, permitirnos creer en que esas cosas que parecen utópicas sean un eje motivador para lograr progreso. Seguramente todo lo que soñemos no se logrará tal cual, pero sí se manifestarán resultados muy positivos y muy cercanos a los que soñamos.
Vivimos en una realidad abundante, llena de oportunidades y no lo estamos aprovechando. Como dice Rutger Bregman en Utopía para Realistas, “justo cuando deberíamos estar asumiendo la tarea histórica de dotar de significado a esta existencia (…) hemos enterrado la utopía. No hay ningún sueño que la sustituya porque no somos capaces de imaginarnos un mundo mejor que el que tenemos” y, de ahí la oportunidad de desenterrar las utopías y reinventarnos como ciudad, volver a tomar el rumbo a partir de la materialización de sueños.
Espero que los nuevos líderes nos permitan soñar y soñar en grande, y de esa manera obtener el progreso que tanto nos merecemos como sociedad. Sé que es difícil, pero necesitamos de esas utopías nuevamente para encontrar el rumbo.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-restrepo-2/