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Otra vez elecciones. Para los que estamos en política es normal pensar permanentemente en lo que está pasando con la ciudad, el departamento y el país en términos sociales, económicos y, obviamente, políticos. Para nosotros un año electoral es especialmente importante porque aterriza y evalúa el trabajo de años anteriores. Hacer política no solamente es medirse en elecciones, pero si uno está convencido de que tiene las mejores ideas, propuestas y equipo, tiene que intentar ganarlas para poder implementar su visión.
Para la mayoría de las personas, los no políticos, esto no es así. Para muchos, cada 4 años hay que votar por alguien y unos días antes se toma la decisión según los temas y las personas que se impongan en la agenda y que conecten con los asunto que más le importan en ese momento. El reto para los que estamos en esto conectar, básicamente. Eso es un problema de fondo y de forma, aunque muy a mi pesar, es más de lo segundo que de lo primero.
En nuestro tiempo, las campañas se han ido reduciendo a un juego de mensajes y algoritmos. Segmentación perfectamente calculada y movilización a partir de sentimientos. Todos buscamos lograr esa conexión pero no todos tenemos los recursos ni los principios para armar un ejército digital-publicitario que diga y haga cualquier cosa con tal de ganar.
En momentos como el que vive Medellín la gente suele buscar a los grandes líderes de los últimos 30 años. Las primeras miradas van a Uribe, Fajardo, Fico; buscando respuestas y soluciones. Son culpables por hacer y por no hacer. Es normal que ocurra y por supuesto que tienen responsabilidades, pero no son suficientes para las necesidades de la ciudad.
La única manera de enfrentar el platal que meten en las campañas los que todos sabemos, es entendiendo que no se trata de encontrar un gran líder milagroso sino un montón de pequeños líderes que trabajen articulados en torno a una visión. Eso significa que en Medellín en este momento no solo debería triunfar un producto publicitario muy bueno sino un movimiento de un montón de gente talentosa en lo que hace, que decide enfocar sus esfuerzos en su campo de acción hacia un gran objetivo. Eso ya ha pasado y puede volver a pasar. Se trata de líderes en muchos ámbitos que hablan el lenguaje y dominan los temas que le importan a quienes los rodean. Es una forma orgánica y real de segmentar el mensaje a través del liderazgo qué hay en la ciudad y no solo de un algoritmo.
La respuesta a la crisis de Medellín está en los hombres y mujeres que por todas partes levantan la mano y se atreven a denunciar y a proponer. Basta estar atentos para verlos transmitiendo su mensaje. Yo propongo estar tan pendientes de ellos como de los grandes nombres de siempre. Es fácil hacerlo, están en las redes y la mayoría son jóvenes que no tienen por qué heredar las viejas peleas y que deben ser capaces de unirse en unos mínimos puntos sobre lo que necesita con urgencia nuestra sociedad.
La gente que sea capaz de ponerse de acuerdo en unos mínimos éticos, en unos principios y en unos objetivos tangibles de lo que debe ser la Medellín de hoy, es la gente que vale la pena seguir en este siglo. A los que necesitan la pelea permanente con el fin de movilizar a sus seguidores, a los que mienten sin pudor, a los que se vuelan los topes de recursos permitidos en campaña, a los que ven el mundo radicalmente dividido entre izquierda y derecha al estilo guerra fría, debemos irlos dejando atrás. Son el pasado, así se hagan llamar el futuro.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/