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El 28 de julio de 2024 son las elecciones presidenciales en Venezuela. Al momento de publicar esta columna, faltan siete días para que ese país viva el proceso electoral más importante de su historia reciente. Lo del próximo domingo será, sin duda, un hito político de enorme magnitud; por primera vez en mucho tiempo, un candidato opositor tiene posibilidades reales de llegar a la presidencia. Incluso las encuestas más conservadoras dan como ganador, con una ventaja superior a los treinta puntos, al candidato de la plataforma opositora Unidad Democrática.
Edmundo González Urrutia, quien valientemente ha enfrentado al régimen criminal de Nicolás Maduro, llega a las urnas con el respaldo masivo del pueblo venezolano. En su frenética campaña de poco más de tres meses, ha recorrido el país entero en gigantescas caravanas, de las que quedan imágenes en las que ríos de gente lo acompañan clamando por la libertad y dignidad del pueblo. Lo acompaña María Corina Machado, líder indiscutible de la oposición, quien, a pesar de haber sido inhabilitada por la dictadura para participar, no ha dado el brazo a torcer y se ha embarcado en la tarea titánica de inspirar a millones para derrotar a una tiranía de terror, hambre y destierro.
En las últimas semanas, cuando crece el respaldo nacional e internacional por la candidatura de Edmundo González y el mundo libre en pleno se ha volcado en mensajes de apoyo a la democracia en Venezuela y condenas a las irregularidades con las que la dictadura lleva el proceso electoral, él, María Corina y todos aquellos que buscan un cambio luego de 25 años han sido amenazados, agredidos, apresados y censurados.
Se les ha impedido competir en condiciones igualitarias: María Corina Machado, la candidata ganadora de las primarias y la favorita en los sondeos de opinión, fue inhabilitada, al igual que su sucesora Corina Yoris. El rostro del candidato presidente Nicolás Maduro se repite múltiples veces en el tarjetón, lo que hace del voto un proceso confuso y tedioso para el elector. Se le ha negado a la oposición el espacio para propaganda política en radio, televisión y prensa nacional, y han tenido que valerse únicamente de las herramientas digitales y del enorme fervor con el que los ciudadanos transmiten sus mensajes de voz en voz. Se ha vetado a los observadores internacionales que garantizan la veeduría del proceso, y sobre el proceso de escrutinio recaen todo tipo de cuestionamientos de legalidad y transparencia.
Aunque parecen tener todo en contra para ganar, cuando el inmenso poder del gobierno, el poder judicial, las fuerzas armadas y los grupos paramilitares amenazan con torpedearlos y sacarlos del camino para así diluir las esperanzas de cambio, estos hombres y mujeres valientes no cesan en su sueño de luchar por la libertad, la misma que dos siglos atrás también defendieron Bolívar y otros en esas tierras para destronar a los sátrapas y tiranos del suelo americano. Es una paradójica historia de subyugación y libertad que se repite de forma trágica.
La historia contemporánea del pueblo de Venezuela golpea hondamente a la humanidad y deja una reflexión urgente sobre lo débil y perecedera que es la democracia cuando se ve bajo amenaza y los mecanismos de defensa institucional resultan insuficientes para hacer frente a los autoritarismos. Es necesario ver con lentes críticos el camino por el que transitó la república hermana en este cuarto de siglo: esa cocción a fuego lento que causó una reacción tardía o la poca unidad nacional sobre asuntos fundamentales en momentos de crisis. No hay medias tintas o tercerías fútiles en situaciones como estas. O se está a favor de la democracia y en defensa de los derechos, o se es cómplice de una dictadura. Ojalá en ocho días la historia de Venezuela tome un nuevo rumbo y el país escriba una nueva página de paz y prosperidad en su historia.
#TodoElMundoConEdmundo
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/