Una variante muy grave del virus va a llegar a este pueblo

Una variante muy grave del virus va a llegar a este pueblo

Imagínese usted un pueblo donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:

-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que una variante del virus muy grave va a llegar a este pueblo. Omicron. Hasta el nombre es una pesadilla. 

Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar fútbol, y en el momento en que va a tirar un penalti, un jugador del otro equipo le dice:

-Te apuesto 50 mil pesos a que no lo haces.

Todos se ríen. Él se ríe. Tira el penalti y no lo hace. Paga sus 50 mil pesos y todos le preguntan qué pasó si era facilísimo, a lo que contesta:

-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre una variante del virus muy grave que va a llegar a este pueblo. Omicron, ¡qué nombre tan feo! 

Todos se ríen de él, y él que se ganó los 50 mil pesos regresa a su casa, donde está con su mamá o con cualquier pariente. Feliz con su plata, dice:

-Le gané estos 50 mil pesos a Dámaso de la manera más sencilla, porque es un tonto.

-¿Y por qué es un tonto?

Hombre, porque no pudo hacer un penalti facilísimo, pues estaba perturbado porque su mamá amaneció hoy con la idea de que una variante muy grave iba a llegar a este pueblo. Entonces le dice su madre:

-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen. 

La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:

-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que una variante del virus muy grave y de nombre feo va a llegar y lo mejor es estar preparado. Deme también siete docenas de papel higiénico.  

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:

-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que una variante del virus muy grave va a llegar, y se están preparando y comprando cosas. Lleve también papel higiénico antes de que se me acabe, se lo dejo barato. 

Entonces la vieja responde:

-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras. Y déjeme esos cuatro rollos de papel en 50 mil. 

Se lleva las cuatro libras, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. No supo pronunciar Omicron, algunos la llamaron Omeprazol. 

Llega el momento en el que todo el mundo está esperando que pase algo. Se paralizan las cadenas de suministro, sube el dólar, baja el petróleo, y de pronto, a las 6 de la mañana, alguien tose, y otra persona dice:

-¿Se ha dado cuenta de la tos seca que tiene este tipo?

-¡Pero si en este pueblo la gente siempre ha tosido!

-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca nadie había tosido así.

-Pero a las 6 de la mañana, con el frío, es a la hora que la gente más tose.

-Sí, pero nunca tan seco como ahora.

Al pueblo desierto, a las calles desiertas, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

-Hay un pajarito en la plaza.

Y viene todo el mundo, espantado, a ver al pajarito.

-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

-Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en un carro y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

-Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos.

Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, los tapetes desinfectantes, los termómetros, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice:

-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la llena de desinfectante y la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

-Yo dije que una variante muy grave del virus iba a llegar, y me dijeron que estaba loca.

*El cuento original es de García Márquez, no de este mediocre autor.

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