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¿Cuántas historias se necesitan hoy para escribir una historia donde todos quepamos?, ¿Es acaso necesario ser el personaje mítico de Borges, Funes el memorioso, para no perder detalle de las narrativas que nos vinculan como nación? Y ¿Qué tan peligroso será quedarnos con la historia que se cuenta desde el lado ganador?
Nuestra especie es narratóloga por excelencia, podríamos decir como lo expresa el teórico de la comunicación Carlos Scolari, que más que Homo Sapiens, somos “Homo Fabulators”. Dicho de otra manera, apelamos a distintas formas de contar nuestro lado de la historia y de interactuar con ella en un intento de asegurar que se inmortalice como la versión ganadora.
El asunto es que en una sociedad como la colombiana, donde la palabra es un recurso limitado para los ciudadanos sin mayor acceso al capital político y económico, recurrir a las vías de hecho para muchos se convierte en un medio viable para ser escuchados. He ahí una paradoja, la historia de la Violencia, la que se ha documentado, narra que quienes no fueron escuchados hace más de 60 años decidieron tomar las armas para lograr la representación anhelada. Años más tarde, estos mismos se encargaron en silenciar a quienes no se sentían parte de la lucha.
Como si fuera un ritornelo o un bucle del que no se puede salir, la historia colombiana ha sido escrita por los ganadores en un constante borrón y cuenta nueva. Por otro lado, quienes no están de acuerdo, son considerados del lado equivocado de la historia y terminan siendo obligados a construir un correlato, una versión alterna, que para la oficialidad no representa mayor veracidad por estar bajo sospecha. Esta situación, contrario a lo que se cree, fortaleció las bases de una comunidad indignada a la espera del momento de volver a tener voz y voto para invertir la balanza y dejar clara su versión de los hechos.
La memoria de las comunidades menos favorecidas, es decir, de las personas vulnerables, ha quedado editada, homogenizada y desvalida durante los continuos cambios de Gobierno. Hay que reconocer que como consecuencia el país está en medio una crisis de confianza. Dicha situación, es el ambiente ideal para ver en el otro una historia sobrante. No obstante, si se maneja de forma adecuada la crisis por parte de los mandatarios, podríamos capitalizar la oportunidad de trabajar unidos y reconstruir la confianza marcando un futuro favorable para todas las partes.
Es tarea de todas y todos identificar los tiranos de la historia, aquellos escribas que invisibilizan las narrativas de quienes, por no estar alineados con los intereses del momento, se vuelven incómodos y por ende, victimas del exterminio, por lo general del plano participativo, que no es un asunto menor, porque quién no logra participar y ser reconocido en su comunidad, deja de existir en la memoria colectiva. Me gusta pensar que una buena historia puede contener todas las historias del mundo. Sin embargo, las situaciones que ocurren en nuestros territorios desbordan todo lo imaginado, por lo mismo, será necesario como el personaje mítico de Borges, Funes el memorioso, recordar cada día, hora, minuto y segundo de los hechos para devolver la tranquilidad a quién la haya perdido y así revindicar su valor en la historia, independiente de la versión que se cuente.
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