Una campaña bonita

“La política no sólo requiere de ética, también necesita de estética y de erótica. La política tiene que ser bella y también tiene que dar ganas”. Con estas palabras, Daniel Carvalho, cerró su campaña en el Parque del Poblado, rodeado de colegas, amigos, amigas, familiares, personas que llegaron encantadas por el sabor, el color y la fantasía de una campaña bonita.

Y es que la política es aburrida porque está en manos de gente aburrida. Gente que hace de la política un escenario oscuro, hostil, apartado de las personas, que no se preocupan por traducir la política a diferentes lenguajes como el arte, la comedia, la inspiración. Vemos rostros casi calcados, con la misma sonrisa, con las mismas frases, con los mismos colores. Vemos promesas insulsas o grandilocuentes, promesas incumplidas una y otra vez, vemos plazas llenas por caudillos que se creen salvadores y que gritan cambio mientras negocian el cambio con los mismos de siempre. Vemos rostros jóvenes que dan codazos de arrogancia a sus compañeras y vemos el silencio de quienes encubren la corrupción de sus aliados.

Estos son los políticos que tienen a la política apartada de la ciudadanía por un tácito pacto conveniente: que la política no sea interesante, que nadie esté vigilante, y que nadie entre a competir su poder. Lo vemos en esta y en todas las campañas legislativas, presidenciales y locales. La política se ha convertido en sinónimo de hastío, de bajezas y, también, de fealdad, de antiestética.

En un país donde han gobernado las emociones tristes, la política que se preocupa por la belleza y la inspiración, se convierte en una necesidad, en una apuesta en sí misma. La política debe dar ganas, debe hablar los lenguajes de la gente para que esta se apropie de ella, la sienta suya y la transforme. Esa ha sido la ocupación de la campaña de Carvalho para representar a Antioquia en el Congreso de la República. Representar a una Antioquia que es diversa, que vibra con la creatividad y que honra la libertad que glorifica su himno. Una Antioquia que busca la reconciliación pero que también es vehemente frente a la corrupción y la violencia.

La propuesta que representa Carvalho también es la propuesta de una generación de políticos que no sólo buscan renovar la política a través de las ideas y las formas, sino también a través de la sensibilidad. Por fortuna, no sólo él lidera esta apuesta en el selvático mundo electoral colombiano. En el país cada vez surgen más propuestas que dignifican el espacio de la política ética y estéticamente.  

Al escuchar a Carvalho en el cierre de su campaña, solté una lágrima y honré esas palabras con un aplauso, porque después de tres meses sentí que cumplimos con el cometido de esa consigna: regalarle a Antioquia una campaña bonita para darle color y alegría a la política.

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