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Vaya uno a saber qué entendemos en Colombia por eso a lo que llamamos paz. Vaya uno a saber, en este país de balaceras y masacres, lo que esperamos cuando nos dicen que cese la violencia. Vaya uno a saber en este país trágico, repleto de Aurelianos Buendía con sus 32 respectivas guerras civiles cada uno, lo que buscamos cuando se trata de pactar que no nos matemos más.
“Colombia aún cree en la paz pero cada año menos en la reconciliación”, tituló una nota el diario El País hace un par de días. Eso dicen las cifras —frías como la carne de los muertos— que acompañan el artículo.
Y las cifras vienen del Barómetro de las Américas, una encuesta hecha entre la Universidad de Los Andes, de Bogotá, y la Universidad de Vanderbilt, de Nashville. Y nos cuentan eso mismo que dice el título del artículo: que entre 2016 y 2023, pese a que los colombianos parecen seguir apoyando la salida negociada a los conflictos, cada vez menos gente confía en la reconciliación.
Apenas, para el 50 por ciento de los encuestados, el perdón es suficiente para pasar la página. En 2016, ese porcentaje estaba por encima del 70%. La verdad es apenas suficiente para el 59%. Indemnizar parece lo más efectivo. Si paga el estado, el 67 por ciento de los encuestados estaría dispuesto a perdonar. Si paga otro victimario, la cifra sube al 68%. Parece que sabemos mejor el precio del dolor.
Está lejos ya el 2016, ese año de la esperanza que no supimos cosechar y que se pudrió desde adentro. Minar la posibilidad más grande de reconciliación que hemos vivido en la historia reciente fue el caballo sobre el que cabalgaron algunos para evitar su muerte política y retomar el poder para ponerle zancadillas a la JEP, sembrando desconfianza en el tribunal que podría habernos dado eso que esperamos muchos: la verdad, entender como individuos y como sociedad qué nos pasó y por qué nos pasó. Y cómo fue posible que dejáramos que pasara, incluso.
Vaya uno a saber qué entendemos en Colombia por eso a lo que llamamos paz. Por qué aún el 65% de esos encuestados se la jugaría por un proceso de paz si no es para tenderle la mano al otro y tal vez ser vecinos.
Vaya uno a saber, en este país de balaceras y masacres, lo que esperamos cuando nos dicen que cese la violencia, porque desde las ciudades respondemos tan fácil que la solución es seguir dando bala cuando desde la ruralidad (la Colombia profunda le dicen unos, la periferia la llaman otros) son más las voces que claman un ¡basta ya!
Será tal vez que en este país trágico, repleto de Aurelianos Buendía con sus 32 respectivas guerras civiles cada uno, la paz no es siquiera el silencio de los fusiles, sino la desaparición del otro; o será tal vez que en este rencor llamado Colombia lo que queremos no son negociaciones de ningún tipo, sino rendiciones y silencios, puntos finales, olvido.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/