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Nunca me he considerado creativo, de hecho, he desestimado muchas veces mi capacidad de serlo. Aun así, llevo ya 12 semanas escribiendo columnas para No Apto. El último par de semanas, escribir ha sido un ejercicio casi tortuoso; no por falta de ideas, pues conservo una lista de cosas que se me vienen a la cabeza de cuando en cuando y sobre las que creo que puedo escribir algo, sino por falta de inspiración. Hay días en los que uno se siente raro y tiene poca confianza en sí mismo. Me he encontrado, más de una vez, sentado al frente de un par de párrafos a medio escribir, pensando que soy incapaz de llevarlos a feliz término.
Este pensamiento se juntó con otro que le comentaba a Esteban Jaramillo, amigo y columnista de este medio que recomiendo leer. Le contaba, que entre tantas ideas, creía que debía escribir sobre las cosas que ocupan mi mente cuando pienso; le expliqué, que de cuando en cuando, tengo abstracciones de la realidad donde vivo, en mi mente, descabelladas películas de las cuales soy el protagonista. En ese momento, un destello de creatividad, un breve momento de brillantez, me llevó a percatarme de que sí soy creativo, pero no lo valoro adecuadamente.
Tengo que ser creativo si voy en el bus y se me pasa la parada por ir imaginando que se monta un atracador y de repente, con habilidades sobrehumanas, lo ataco y reduzco haciendo uso de artes marciales que nunca estudié. También debe haber algo de creatividad cuando sueño despierto que soy ciclista profesional y compito pedalada a pedalada con los mejores del deporte. Hay creatividad en algo muy raro que me pasa y de lo que culpo a la ansiedad: antes de tener una conversación importante, me imagino teniéndola tres, cuatro, y hasta cinco veces o más; sin haberme encontrado con mi interlocutor, de alguna manera, pienso múltiples posibles respuestas y resultados de la charla a tener.
Definitivamente hay creatividad en estas 12 columnas, la hay en cuentos que me invento en mi cabeza o que desarrollo a partir de mis sueños nocturnos y que algunas veces anoto y trato de abordar en escritos que nunca han visto la luz; incluso, hay creatividad si se quedan en una línea, un título, un concepto. Siendo realista, algo de creatividad debía haber en el niño y el adolescente que quisieron aprender a tocar guitarra y saxofón.
Ese pensamiento que nombro “brillante” y que me empuja un poco a superar la inseguridad que me aborda, me hace llegar a dos conclusiones sobre la creatividad. Primero, que si bien me falta confianza, también me faltan medios, quiero decir, que nadie nunca me enseñó a ser creativo, ni a valorar la creatividad. Cuentan mis papás que de pequeño me inventaba historias descabelladas con base a algo que veía en la calle, en televisión o en cualquier parte, se las contaba al taxista, a sus amigos, a los profesores del colegio. Sin embargo, no hubo nunca en mi familia -o no recuerdo-, quien me impulsara a explotar esto, mucho menos en el colegio, pues cuentan mis papás, que por allá en la primaria, una profesora les recomendó ponerle tatequieto a mi costumbre de inventar historias.
El segundo pensamiento al que llego, es el siguiente: yo no soy el único que se inventa historias y diálogos en su cabeza. Si no soy el único que habla solo, debe haber un montón de creatividad en todas las personas pero, probablemente no todos lo ven así. Allí hay algo por hacer, aunque definitivamente, pensarlo en profundidad, se escapa de esta columna.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/