Qué es ser de centro es la pregunta que hasta los que nos consideramos de centro nos hacemos. Al tratar de responder, caemos en cosas que no dicen nada, como que el centro no es lo que defiende la izquierda ni lo que defiende la derecha; que somos un espectro que prioriza la formas sobre el fondo; que queremos buscar el consenso o que nuestro papel es tender puentes.
Alejandro Gaviria dijo que iba a llenar de contenido el centro cuando llegó a la Coalición de la Esperanza; un mensaje claro para decir, principalmente, que el centro no tiene contenido.
Si somos -o no somos- lo que dice el primer párrafo, y si estamos de acuerdo con Gaviria y al centro hay que llenarlo de contenido, mi primera propuesta es que, los que nos decimos de centro, dejemos de ser pusilánimes, concepto que, según la RAE, significa “falto de ánimo y valor para tomar decisiones o afrontar situaciones comprometidas”.
Yo propongo un centro militante, valiente y rupturista. Uno que se movilice por las causas sociales más apremiantes, como la reducción de la pobreza y la lucha por la justicia social; que enfrente a los corruptos y la mafia sin miramientos; y que deje de creer que su papel en el mundo es tender puentes con la derecha privilegiada o la izquierda rabiosa e imponga, en democracia, su visión del mundo.
Mi centro ideal es el votó por el Sí en el plebiscito pero ahora entiende que lo que hay que hacer con los grupos delincuenciales es enfrentarlos militarmente porque el momento cambió, y que eso no es una bandera de la derecha retrógrada.
Un centro que entienda que la defensa del feminismo es urgente en un mundo en el que los libertarios, que están en contra de la libertad de las mujeres, ganan espacio, y que dicha defensa no le corresponde a la izquierda reaccionaria.
Mi centro ideal es uno que tome acciones contundentes contra el cambio climático y deje de estar viendo cómo no pone nerviosos a los gremios económicos que viven de contaminar y que no hacen nada por el ambiente.
Un centro que no nos haga depender exclusivamente de Estados Unidos, que se acerque a Europa y a Asia y que entienda que las relaciones internacionales no se hacen de rodillas.
Dejemos de decirle a la gente que no somos uribistas ni petristas, ni de izquierda ni de derecha, ni de arriba o abajo, porque cuando la gente nos pregunte qué somos o que defendemos, no tendremos un discurso claro y convincente para que voten por nosotros. Y, como ya es paisaje, volvamos a perder.
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