¿Cuál habría sido el legado que el presidente Luis Carlos Galán le dejara a Colombia? Es una pregunta que suelo hacerme de vez en cuando, con la certeza de que nunca encontraré una respuesta.
Hace 32 años, en medio de uno de los momentos más dolorosos de nuestra historia, Colombia tuvo en Luis Carlos Galán la representación de una esperanza por la valentía, la integridad y la firmeza con la que se enfrentó a la alianza nefasta entre narcotraficantes y políticos corruptos. A un año de las elecciones de 1990, Galán -un tipo recto, valiente, honesto y muy inteligente- era el presidente indiscutible. Sin embargo, esa noche de agosto de 1989 mataron a Galán, y con él, la esperanza y el sueño de país que representaba y que inspiró a las generaciones de nuestros padres y abuelos.
El Nuevo Liberalismo fue el partido con el que Galán y sus compañeros defendieron sus ideas y desde el que denunciaron la corrupción y la penetración del narcotráfico en la política. Hoy, 32 años después, el Nuevo Liberalismo regresó a la contienda democrática colombiana gracias a una Sentencia de La Corte Constitucional, una Corte que, curiosamente, nació con la Constitución de 1991, que tuvo su inspiración en las propuestas de reforma constitucional promovidas desde finales de los 80 por el Nuevo Liberalismo.
No obstante, la Corte en su sentencia no se limitó a revivir un partido. A través de los puntos Sexto y Séptimo de su decisión, terminó adoptando una reforma política por vía jurisprudencial. Ante las múltiples propuestas de reforma hundidas en el Congreso en los últimos años la Corte pateó el tablero y abrió el camino para que cambiaran las reglas de juego. En su sentencia, la Corte exhortó al Congreso a “desbloquear la democracia” removiendo los obstáculos para que los Partidos y Movimientos Políticos obtengan y conserven su personería jurídica. Además, extendió los efectos de su providencia a otros partidos extintos como Verde Oxígeno y Salvación Nacional, que podrán convocar a personas de todo el espectro político, erigiéndose como alternativas a los partidos actuales que lo habían monopolizado.
Luego, el Nuevo Liberalismo está llamado a hacer un retorno digno de la lucha política de Galán y Lara Bonilla, y a asumir un rol protagónico en esta nueva etapa de los partidos en Colombia. En un momento en el que la opinión pública parece cansada de los extremos, el Nuevo Liberalismo surge como una fuerza de centro, renovadora, alejada de la corrupción y con el sello de un líder cuyas palabras, aun 32 años después de haber sido asesinado, siguen retumbando en el pecho de la gente.
Sin embargo, cabe preguntarse: pasados tantos años ¿quiénes se identificarían con este partido? Primero estarían las personas de la generación que Galán dejó huérfana políticamente, para las que el Nuevo Liberalismo fue la fuerza política que representó la esperanza de cambio y que, tras el magnicidio, se retiraron de la política; segundo, la generación de jóvenes que creció con el legado de Galán, y que hoy no se sienten representados políticamente ni se identifican con ningún partido. A estos dos grupos unidos por la frustración en la política se agregaría un tercero, conformado por personas que a pesar de su liderazgo no militan en ningún partido y que ven en el Nuevo Liberalismo un espacio para hacer política lejos del clientelismo y la corrupción.
El Nuevo Liberalismo debe ser el partido de los grupos históricamente subrepresentados, el partido de las mujeres, los jóvenes, los campesinos, los indígenas, los afrodescendientes, la población LGBTI+, y de las personas de pensamiento liberal que se sienten identificadas con las causas que defendió el Nuevo Liberalismo, con esas ideas por las que luchó y que hoy están más vigentes que nunca.
Recuperar la confianza en el estado y la legitimidad de sus instituciones, luchar contra la corrupción, hacer una apuesta decidida por la descentralización y el desarrollo de las regiones, reconciliar a Colombia, construir una sociedad menos desigual, legalizar las drogas como una solución inteligente para enfrentar al narcotráfico, poner la protección del planeta y la naturaleza en la agenda pública… En fin, entender la política como la herramienta para interpretar, leer y entender a la sociedad y para transformarla desde el Estado. Si bien es cierto que hoy tenemos un país distinto, sus problemas estructurales son, en gran medida, los mismos de hace 30 años.
Estas causas y el legado de sus líderes representan el ADN del Nuevo Liberalismo y son la brújula ética que debe guiar sus pasos, pero sus formas y su mensaje deben adecuarse al contexto del siglo XXI, hoy no bastarán los discursos en las plazas públicas, que pueden ser fácilmente borrados con un trino. El mayor reto es hacer que el Nuevo Liberalismo sea un partido moderno, capaz de presentar sus causas y de movilizar a la ciudadanía de manera innovadora.
Dijo Galán que “A los hombres se les puede eliminar, pero a las ideas no”. Hoy, 32 años después de su asesinato, sus ideas están más vivas que nunca y el resurgir del Nuevo Liberalismo revive la esperanza de cambio de las generaciones que se soñaron y se sueñan un país diferente. Sus dirigentes tienen que estar a la altura del momento de la historia en el que revive y honrar la memoria de Luis Carlos Galán, abriendo el camino para construir un partido plural, que enfrente la corrupción, que defienda la ética de lo público y las decisiones basadas en la evidencia; un partido de pensamiento liberal, entendido como una filosofía que se fundamenta en la experimentación, la discusión crítica y la rectificación permanentes, sin admitir dogmas absolutos o verdades intocables, ni en el uso de la violencia para llegar al poder.
La Corte abrió un camino de esperanza y hay que cuidar ese camino. Galán nos dice desde la eternidad “ojo con esa oportunidad que tienen, que acarrea la responsabilidad enorme de respetar y defender el legado de quienes dieron su vida por esas ideas.”