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Esta semana, en clase de Acción Colectiva, el profesor nos preguntó si iríamos a marchar, pues llevamos varias semanas hablando de política contenciosa. Yo no lo tenía muy claro, sobre todo por el cansancio y la posibilidad de terminar marchando sin una verdadera causa en común. Pero luego comprendí que este domingo no marchamos por si estamos de acuerdo o no con el aborto, si queremos una Antioquia independiente o no, si anhelamos que Ucrania derrote a Rusia o no. Marchamos porque queremos un sistema de salud seguro y libre de corrupción, porque no queremos que se tomen nuestras pensiones y porque ante un presidente megalómano con un congreso complaciente y una justicia lenta, el único contrapeso es un pueblo activo, que no es sólo el que votó por el presidente y es objeto de sus discursos.
Ante el bienestar básico de la gente podemos encontrar aliados que no hallaremos en otras batallas. Y así, este domingo marchamos fajardistas, uribistas, liberales, conservadores, verdes, izquierdistas, derechistas y monarquistas (si hay alguno). Todo por una causa más grande y más noble que esas etiquetas, partidos y candidatos: Colombia. A los jóvenes de mi generación nos han acostumbrado para pensar que las movilizaciones sólo vienen de la izquierda, al punto de que hay quienes creen que marchar contra el gobierno de Petro puede verse fuera de lugar o que sólo los partidos políticos o grupos de interés de izquierda saben organizarse para hacer marchas contundentes. Parece que se les hubiera olvidado la Gran Marcha por la Paz en 2008 o las marchas contra el gobierno Santos.
Como juventud, tenemos deberes con nosotros mismos y nuestro país como leer, informarnos, liderar proyectos, ser buenos profesionales; en resumen, ser seres humanos íntegros. Y otro de esos deberes es marchar el domingo. Este es un momento en el que el país necesita que nuestra voz disidente se escuche, más aún cuando el Presidente sigue queriendo instrumentalizar a la juventud, que fue tan clave para su triunfo. Pues la “representación” de la juventud en el Gobierno, si es que así puede llamársele, figura gracias a los escándalos y el circuito de cargos en el alto Ejecutivo de Laura Sarabia.
A lo mejor no faltarán quienes quieran usar la marcha con propósitos electorales, o los políticos que salgan a darse pantalla. Pero quienes más tenemos que hacer sentir nuestros reclamos con firmeza somos los ciudadanos; sobre todo, los jóvenes, sin importar cuál sea nuestra corriente ideológica, porque lo público nos concierne a todos. Porque hasta para la misma izquierda resulta vergonzoso que su primer representante en la historia del alto Ejecutivo esté llevando un cargo de tanta altura con tanta bajeza.
Colombia se merece más que a un loco que trina delirios en Twitter, que legitima regímenes violadores de Derechos Humanos como el de Venezuela, que es poco transparente y que gobierna junto a gran parte de la máquina de corrupción que había prometido combatir. El daño al sistema de salud ya está hecho: salgamos a las calles para hacernos sentir y hacerle saber a este gobierno desastroso que sus otras reformas, por más legitimidad popular que aleguen tener para ellas, son rechazadas por una porción importante del constituyente primario.
Esta marcha, más que de los que buscan réditos electorales, es de los trabajadores, empresarios y emprendedores. Es de los médicos, pacientes y otros de la primera línea de respuesta, no de la que tanto le gusta al Gobierno. Esta marcha es de todos los colombianos, y depende de nosotros hacerla escuchar. Si hay un momento para tomar postura, es este.
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