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Daniel Yepes Naranjo

¡Todos somos colombianos!

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Hoy salimos a votar por el presente y el futuro de nuestro país. De la decisión colectiva depende el rumbo de Colombia los próximos cuatro años y, tal vez, parte de la historia que viviremos las próximas décadas. Nuestra libertad y nuestra consciencia serán determinantes en la elección y la dignidad con la que ejerzamos nuestro derecho, la garantía de una democracia fuerte y estable.

Debemos tener algo claro: el destino de nuestra nación no lo rige una sola persona; somos todos los que con nuestras acciones diarias, con el respeto al otro, con la defensa de la paz y el rechazo a la violencia, con el amor a la patria, hacemos digna o indigna a esta tierra en la que nacimos, crecimos y vamos a morir. Cada uno es fundamental en el cuidado del país.

Ha sido una campaña dura hasta ahora. Las emociones han prevalecido sobre las razones. Nos sentimos cansados, claro. Nuestros líderes no han dado la talla para convocar a la concordia, el respeto y la unión. El odio, el miedo, la rabia y la desesperanza se tomaron el debate público rompiendo la tranquilidad de todos los colombianos, ayudando a que la ansiedad generalizada echara raíces.

Debemos parar, respirar y pensar. Preguntarnos si, al calor de la discusión, hemos perdido amigos, herido familiares, ofendido a alguien. Pensar mejor y sentir mejor. Colombia se ve abocada a un momento complejo que no se dirime sólo con estas elecciones sino, también, con el amor que le imprimamos a cada momento de diálogo, la inteligencia con la que tratemos los retos más relevantes que tenemos como sociedad y el respeto que le brindemos a quien piensa diferente a nosotros.

Si caminamos juntos, las ideas peligrosas no tendrán fuerza, los egos no nos dividirán y los diálogos serán creadores de un sinnúmero de vidas posibles.

Si caminamos juntos, aprenderemos a vernos en las historias de los demás como en una especie de espejo mágico que nos revela lo parecidos que somos.

Si caminamos juntos, nadie parará la potencia de un país que, como el nuestro, ha transitado por los caminos más oscuros encontrando, siempre, siempre, la luz.

No es más. Saldré a votar, abrazaré a los míos, les escribiré a los que siento que les hice daño durante estos meses, y les pediré a unos y a otros que empecemos a caminar. 

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